1.26.2007

¿Cuál es el impacto de los medios de comunicación en el proceso electoral 2006? Capítulos I y II

¿Cuál es el impacto de los medios de comunicación en el proceso electoral 2006?
por Roberto Gerhard
El objeto de este ensayo es considerar cuál es el impacto de los medios de comunicación en las elecciones del 2006 para el Congreso. ¿Por qué el Congreso? Porque en un sistema presidencial con división de poderes, en teoría, los tres poderes deben actuar como pesos y contrapesos.[1] El Congreso ha aumentado su importancia en la arena política nacional, la decisión de llevar a cabo las reformas políticas, ahora se toma en San Lázaro. Actualmente hay gente que considera al Congreso como el verdadero agente de cambio en el sistema político; en contraste con el ejecutivo, el cual según Benito Nacif “se ha vuelto un defensor del statu quo” (2002: 15).
Regresando a los medios, muchas personas los consideran el cuarto poder. Existe la noción de que pueden destruir o impulsar una carrera política; sin embargo son actores racionales que responden al mismo incentivo que mucha gente: el dinero. La gran pregunta es si ¿pueden o no, determinar una elección legislativa?, ¿pueden los políticos comprar su cargo por medio de publicidad? El tema más polémico detrás de los medios de comunicación es: el dinero de los contribuyentes. Un análisis completo sobre los medios de comunicación también debería explicar la relación que existe entre el sistema de partidos en México, el sistema de financiamiento, los topes de campaña y las reglas electorales. En un país como México, en donde la pobreza y la desigualdad abundan, me resulta molesto ver la cantidad de recursos que se destinan para propaganda política. Ciro Murayama propone que “bien vistas las cosas, puede asegurarse que el gasto electoral en México implica una transferencia millonaria de recursos públicos a las empresas que dominan la radio y televisión” (2005: 52).
En el 2003 todos los partidos, agregados, gastaron 1, 250 millones de pesos en publicidad. ¿Esto es mucho o poco? Representa 5 veces el monto que se reunió para el Teletón 2003, 2 veces el presupuesto de la CNDH en ese año, 85% del presupuesto de turismo, una tercera del de la SEGOB, el 1.18% del presupuesto de la SEP, el 6% de la Secretaría de Salud, 11% del IFE y 22% del poder legislativo. Preguntarse si este gasto hubiera rendido mejor en otros rubros escapa los objetivos del ensayo; lo que si se puede hacer es estudiar la efectividad que tuvo este gasto en la arena electoral.
Al hablar del impacto de los medios de comunicación nos encontramos ante un problema: ¿cómo medirlo? Se podría medir el número de spots que salen en radio y televisión además de todos los espectaculares y carteles de los partidos; sin embargo no sería una cifra oficial. Los únicos datos oficiales son los gastos de campaña reportados por los partidos ante el IFE. La mejor manera de determinar el impacto de los medios de comunicación en el presente es medir su impacto en el pasado; si fueron decisivos ayer, seguramente lo serán hoy. Lo que se pretende hacer con este ensayo es analizar cuánto gastaron los partidos en publicidad y qué tan efectivo fue su gasto en 2003. La hipótesis del ensayo es que el resultado electoral depende de la propaganda que se despliegue en cada distrito, sin embargo hay una serie de variables que también están contempladas en el análisis como: de qué partido es el gobernador, qué partido ganó el distrito en la elección anterior, el porcentaje de votos que obtuvo cada partido en el periodo previo, qué porcentaje del distrito es urbano, si hubo elecciones locales concurrentes y si las elecciones fueron en el DF. Para poder sustentar mis conclusiones realicé una regresión de mínimos cuadrados ordinarios y tomé como variable dependiente el porcentaje de votos que ganó cada partido en cada uno de los 300 distritos electorales.

Para el caso mexicano, el debate sobre el impacto de los gastos de campaña se encuentra abierto y son muy pocos los estudios econométricos que se han realizado. Analizar México es interesante para la literatura porque es un caso diferente a todos los que se han estudiado ya que es el único donde el financiamiento es público, sin reelección y con topes de campaña.[2] Por lo tanto, se estaría probando el impacto que tiene el dinero sobre los votos para un caso atípico. Este ensayo se encuentra entre los primeros trabajos que se hacen al respecto, además estudia el impacto de los distintos medios de comunicación de manera agregada y por separado, lo cual es algo que no se había hecho.

Los resultados de este trabajo son que el gasto sí fue significativo, por cada 100 mil pesos gastados se pudo ganar hasta un 4.8% del voto en el distrito, los rendimientos del gasto difieren entre partidos y entre medios de comunicación (cuando no se adopta una conducta optimizadora) y finalmente, que el gasto sí presenta rendimientos decrecientes.

El ensayo esta compuesto de cinco secciones. En la segunda sección se explica, de manera teórica, porqué el dinero invertido en campañas se convierte en votos, en la tercera se presentan las variables que se utilizan en el análisis econométrico, la cuarta sección explica el análisis econométrico y la última parte presenta las conclusiones del trabajo donde se contempla la posibilidad de usar los datos del 2003 para predecir el resultado en 2006.
II. Campañas, ¿para qué?

De manera sucinta, en el juego electoral hay tres actores: políticos, votantes y medios de comunicación. Los primeros quieren ser electos, los segundos quieren elegir al candidato más cercano a sus preferencias y los últimos ganan por ser los intermediarios de esta interacción. La manera más fácil de que los políticos puedan alcanzar su objetivo es a través de los medios de comunicación, así pueden informar o convencer a la gente de que voten por ellos. Por otro lado, los medios de comunicación reducen los costos de información para los votantes y de esa manera facilitan su toma de decisión.

"De manera abstracta, el dinero puede servir a los candidatos por una gran cantidad de razones. Puede ayudar a movilizar a sus simpatizantes (para asegurarse que acudan a votar). Puede ayudar a persuadir a otros votantes de que el candidato es digno de ser apoyado -esto se logra por medio de un intercambio de dinero para que lo apoyen o para financiar transmisiones en medios de comunicación masivos. También se le puede usar para coordinar las decisiones de los votantes –por ejemplo, si en un distrito sólo hay los votantes suficientes para elegir a un candidato conservador, un candidato puede gastar para convencer a los votantes de que con las otras alternativas conservadoras estarían desperdiciando su voto. Dinero gastado (de manera eficiente) en cualquiera de estas opciones debería aumentar el porcentaje de votos ganado por candidato." (Cox 2000: 39)

El marco teórico de éste trabajo se encuentra sustentado en un modelo desarrollado por Dennis Mueller en Public Choice III (2003). Es un modelo compuesto por tres elementos: 1) la teoría olsoniana sobre los grupos de interés, 2) los diferentes tipos de campañas y 3) la teoría downsiana sobre el votante mediano.

Empezando por Olson, los grupos de interés son vistos como los principales contribuyentes para el financiamiento de las campañas políticas. Éstos son conjuntos de ciudadanos que tienen intereses en común, distintos de los de la mayoría. Muchas veces estos intereses se concentran en objetivos muy concretos como límites de velocidad, regulaciones ecológicas, derechos de las minorías, etc. Los grupos de interés se crean para evitar el clásico dilema de la acción colectiva.[3] La lógica dentro de los grupos de interés es que como todos los miembros están motivados por alcanzar una meta en común, todos tienen el incentivo a cooperar y esto elimina el problema del gorrón (free rider) al interior del grupo.[4] Para evitar el problema del gorrón fuera del grupo buscan obtener intereses selectivos.

Los grupos de interés así como los candidatos se benefician de esta interacción. Los políticos obtienen contribuciones, los votos del grupo de interés e información sobre cuál es el objeto de su interés y qué tanto lo valoran.[5] Lo que obtiene el grupo de interés a cambio es la promesa de que el político, una vez electo, apoyará sus intereses.

Las contribuciones son el elemento más importante de la anterior interacción ya que son sencillas de convertir en ventaja electoral por medio de campañas de publicidad en los medios de comunicación. Las campañas de publicidad realizan una función que beneficia a candidatos y electores, transmiten información sobre el candidato lo cual reduce los costos de información para los votantes.[6]

El segundo elemento de la teoría son las campañas. En la literatura se han identificado dos tipos: informativas y persuasivas. Las primeras, informan a los votantes sobre cuál es la postura del candidato “X” con relación a distintos temas. El segundo tipo son aquellas que evitan hablar sobre temas políticos y en cambio resaltan las cualidades del candidato, tratando de convencer al electorado y así obtener su voto, por ejemplo: el candidato “X” es el más honesto, sin importar cual es su postura sobre distintos temas. Existe un costo de oportunidad entre ambas campañas.
Con una campaña puramente informativa aumenta la probabilidad de que las personas que simpatizan con su ideología voten por ellos pero pierden a aquellos votantes que sean adversos a ella. Sin embargo, muchas de las personas que no votaron por el candidato, lo podrían haber hecho si hubiera realizado una campaña persuasiva. El objetivo de esta última es lograr que gente vote por un candidato, allende de su ideología. Para aumentar la probabilidad de que todos voten por un candidato se necesita un equilibrio entre los dos tipos de campañas.

En el modelo, los candidatos presentan sus posturas y los grupos de interés contribuyen a la campaña del candidato cuya posición se encuentra más cerca de su punto ideal. “A esta interpretación de las contribuciones de campaña se le conoce como el ‘hombre político’ y fue propuesta por Welch en 1976” (Muller 2003: 476). Las posiciones de los candidatos están fijas y los votantes/contribuyentes son vistos como consumidores pasivos que no tienen forma de mover las posiciones de los partidos.

El último elemento del marco teórico es la teoría de Anthony Downs sobre el votante mediano.[7] El votante mediano se encuentra “cuando las preferencias de los votantes pueden formarse a lo largo de una sola dimensión de temas, como el típico eje ideológico izquierda-derecha, el óptimo social coincide con la preferencia del votante mediano” (Colomer 2001: 82). De acuerdo con esta teoría aquel partido que se sitúe en la posición más cercana a la preferencia del votante mediano se alzará con la victoria electoral.[8] Sin embargo, esto crearía una carrera hacia el votante mediano; si sucediera esto, los partidos y sus posturas serían prácticamente las mismas. Esto provocaría que los votantes y diferentes grupos de interés fueran indiferentes entre quién gana la elección y no contribuirían a sus campañas ni votarían por ellos.

De esta manera, tenemos un modelo en el que existe una relación de abajo hacia arriba, vista como contribuciones y votos, y una relación de arriba hacia abajo, vista como campañas políticas. Los contribuyentes apoyarán a un candidato por las siguientes razones: que este más cerca de su posición deseada en el espectro ideológico y a quién tenga mayores probabilidades de ganar.
Lo que se puede concluir del modelo presentado es que “la competencia por votos, entre partidos o candidatos, los lleva a la competencia por el dinero y esto aleja a las plataformas entre sí” (Muller 2003: 479). Los partidos o los candidatos necesitan hacer campañas para ganar votos, pero éstas cuestan. Por lo tanto, seleccionan su posición ideológica con base a las contribuciones que esperan obtener, esta es otra manera de decir que el dinero afectará la identidad del candidato ganador y las posiciones que tomen los partidos. Muller (2003) creó un modelo en el que los votos por el candidato se encuentran en función de sus gastos de campaña (y los de sus contrincantes) y su postura ideológica.[9]

Con la teoría se podría explicar el caso mexicano de la siguiente manera: está en el interés de los partidos distinguirse entre ellos porque si ocuparan la misma postura serían lo mismo, de esta manera recibirían la mitad del dinero que si fueran diferentes y esto no les permitiría maximizar el número de votos posibles. Por lo tanto, aunque el financiamiento sea público está en su interés diferenciarse entre ellos.

He identificado dos explicaciones complementarias al modelo teórico sobre porqué los partidos mexicanos no convergen en el votante mediano. Una primera explicación es la forma en la que se crearon los tres grandes partidos: el PAN como un partido de derecha haciendo la “oposición leal”, el PRD como un partido de disidentes dentro del PRI que vieron una mejor posibilidad de realizar sus ideales en un partido claramente de izquierda y finalmente el PRI. La mayoría de los partidos se formaron como oposición y alternativa a la oferta del PRI. Dados estos antecedentes históricos no se podría esperar que los partidos convergieran todos en el centro del espectro ideológico.

La segunda explicación posible es que “los partidos no saben dónde se sitúa el votante mediano y ellos creen que se encuentran en el punto espacial donde se revelará el votante mediano el día de la elección.” (Hinich 1997: 119) Otra razón es que en un sistema tripartidista o multipartidista donde el ganador es por mayoría relativa, no se necesita que los partidos ganen las elecciones por mayoría simple.[10] Como en México existe un sistema de elecciones mixto en el que tenemos representación proporcional y mayoría relativa, esto fomenta que haya más de dos partidos y que no necesariamente se concentren alrededor del votante mediano.

Este modelo puede explicar el caso mexicano porque la lógica sobre porqué gastar sigue siendo la misma. Los partidos gastan en campañas para obtener más votos, ya sea informando o convenciendo a los votantes. A pesar de las restricciones que representa la realidad institucional mexicana, el modelo aún conserva capacidad explicativa ya que estamos ante el modelo del “hombre político”. En este caso las posturas ideológicas de los partidos difieren entre sí, no dependen de las contribuciones privadas y gastan los recursos recibidos para aumentar el porcentaje de votos recibidos.
NOTAS:
[1] Existe una fuerte tensión entre ejecutivo y legislativo respecto a quién representa la verdadera voluntad de los ciudadanos, dejaré la institución más estudiada en México para concentrarme en el Congreso. Ahora que ya no están presentes las características que, según Jeffrey Weldon, definían al presidencialismo mexicano debemos comprender quiénes y cómo llegan al Congreso. Las características a las que se refería Weldon eran: disciplina partidaria, un partido que controlara el poder ejecutivo y tuviera mayoría absoluta en el congreso y finalmente que la dirigencia del partido en el poder estuviera en manos del presidente.
[2] Los países para los que se han realizado este tipo de estudios son: Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Brasil. Siendo el caso estadounidense el más estudiado. Lo que ha sido el eje del debate en estos trabajos es si el gasto en publicidad le rinde más a un aspirante (challenger) que a un titular (incumbent).
[3] Este dilema es generalmente conocido como gorrón (Free Rider). Es una situación en la que a cada actor por separado le conviene no esforzarse por obtener un beneficio que se convertirá en un bien público al cual pueden acceder todos de manera ilimitada. Por lo tanto si alguien esta muy interesado en obtener dicho bien, resulta más fácil que esa persona se esfuerce e invierta de su tiempo sin que los demás se molesten en ayudarlo.
[4] Podría darse el caso de que el dilema del gorrón al interior del grupo todavía este presente, para solucionarlo hay diferentes mecanismos como cuotas. Para resolver el dilema de acción colectiva hacia el exterior lo que pueden hacer es buscar beneficios selectivos entre grupos, esto quiere decir que sólo los miembros del grupo recibirán los beneficios. Así, una misma política pública puede afectar a toda la población pero tener diferentes consecuencias, por ejemplo: una ley para bajar los límites de velocidad puede beneficiar a los ambientalistas porque disminuye la contaminación, pero perjudica al sindicato de transportistas porque ahora tardan más tiempo en terminar sus rutas.
[5] La teoría dice que el monto de la contribución es una forma indirecta de medir cuánto les importa ése tema.
[6] Así, el día de las elecciones los votantes saben por lo menos quiénes son los que compiten y cuáles son sus inclinaciones o preferencias ideológicas.
[7] “La mediana se refiere al punto con menos de la mitad de los votantes tanto a su izquierda como a su derecha, éste punto minimiza la suma de las distancias desde las preferencias de los votantes y, por tanto puede considerarse que maximiza la utilidad social” (Colomer 2001: 82.)
[8] Suponiendo que existe un votante mediano y que se conoce su punto ideal en el espectro ideológico.
[9] “Cuando las posiciones de los candidatos están en función de las contribuciones, el grupo de interés o el votante x puede apoyar a más de un candidato haciendo que se acerquen hacia su óptimo.” (Muller 2003: 480) Esta hipótesis se encuentra respaldada por el hecho de que hay grupos de interés que contribuyen a más de una campaña.
[10] Si son tres partidos y cada partido se sitúa en un punto tal donde ganará el 33% de los votos, tendrá las mismas posibilidades de ganar que los otros. La victoria del partido situado en el punto ideal del votante mediano sólo se cumple bajo una serie de supuestos institucionales y electorales como victoria por mayoría simple, distritos uninominales y sistema bipartidista.

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