1.25.2007

Examen de América Latina

Roberto Gerhard Tuma

América Latina es. El hecho de que se le catalogue cómo un “museo viviente” nos lleva a pensar sobre los prejuicios de quién la observa. Cuando se le llama “museo viviente” va implícita una cuestión de temporalidad; sugiriendo que el objeto de estudio esta atrasado, ¿pero en comparación a qué y en qué términos (económicos, políticos, etc.)? Cuando científicos sociales europeos o norteamericanos estudian a América Latina se sorprenden de que: “las sociedades latinoamericanas conservan formas sociales superadas en el resto del mundo occidental; son verdaderos “museos políticos” donde la sustitución de clases dominantes se efectúa por yuxtaposición antes que por eliminación” (Rouquié, 1990, pp. 24).

Pareciera que ésta es una explicación donde las estructuras sociales que cumplen una función dentro de un sistema. Así, estamos ante un análisis estructural, estos están compuestos por tres pasos:
1) Identificar cómo se comporta la unidad de estudio en su entorno, esto quiere identificar los patrones de interacción. Así, se analizan a los sistemas políticos en términos de insumos o demandas y productos (“inputs” y “outputs”).[1]
2) En un segundo paso buscan explicar cómo funcionan los sistemas de manera interna, este paso buscan descubrir los principios que relacionan a las partes, los temas, la lógica o las leyes que configuran el fenómeno de estudio. Así, ven a los sistemas políticos como “cajas negras” que procesan demandas que transforman en productos.
3) Finalmente buscan explicar el cambio, la transformación o estabilidad del objeto de estudio. Esto se refiere a las funciones de mantenimiento y adaptación del sistema. Los grandes temas de los análisis estructurales son: la construcción del Estado-nación, la guerra, el capitalismo, la industrialización, la democracia y las condiciones que propician revoluciones sociales.

Dos ejemplos de la aproximación estructural para explicar el retraso de la sociedad latinoamericana son la teoría de la modernización y de la dependencia. La teoría de la modernización explica que no se ha alcanzado la democracia por una falta de desarrollo económico. Su argumento es que si el Estado fomenta la autarquía (limitando la competencia y el mercado) proliferará el autoritarismo. Según John Stephens “el desarrollo capitalista esta asociado con la democracia porque provoca una transformación en la estructura de clases que fortalece a la clase obrera” (Lipset, 1995, pp. 3-4). La clase obrera es muy importante porque ha exigido la expansión del sufragio y los derechos de partido, propiciando así la democracia.[2]

Por otro lado la teoría de la dependencia sugiere que como las colonias eran dependientes en capital, tecnología y mercados su desarrollo económico y político fue muy distinto al del resto de occidente. Las elites de los países tenían que escoger entre crecimiento económico sostenido o la satisfacción de las demandas materiales y democráticas que reclamaba la población. En estas dos teorías se ve cómo diferentes clases sociales y medios de producción inciden sobre el desarrollo económico y político de la región, poniendo a prueba la supervivencia del sistema dentro del que se desenvuelven.

Sin embargo las explicaciones estructurales podrían servir como base para realizar una explicación institucional donde distintos grupos de interés, previamente identificados por el enfoque estructural, luchan por conseguir sus objetivos dentro de un marco institucional. De acuerdo a esta teoría, diferentes actores (ya sean grupos de interés o individuos) racionales buscan maximizar su utilidad en función de lo que hagan los otros actores y las limitaciones institucionales comprendidas como las reglas del juego. Esta teoría esta fundamentada sobre varios supuestos, principalmente la racionalidad de los actores.[3] Dentro de esta misma corriente hay diferentes enfoques, por ejemplo el histórico institucional (cuyo principal exponente es Douglas North y habla sobre las inercias institucionales), el nuevo institucionalismo y teoría de juegos.

El atraso y la inestabilidad de América Latina de acuerdo con esta corriente se podrían explicar en base a las instituciones que han imperado a lo largo de los siglos. “Linz y Riggs creen que los problemas inherentes a los sistemas presidenciales explican mucha de la historia del fracaso democrático recurrente en América Latina” (Lipset, 1995, pp. 12) el principal problema al que se refieren Linz et al es básicamente el carácter de suma cero de este tipo de sistemas. El partido que gana la presidencia por lo general se lleva todo el pastel ya que se “concentra la autoridad simbólica y el poder efectivo en un a persona” (Lipset, 1995, pp. 11) esto provoca que quienes no están directamente involucrados con el presidente sientan menos lealtad al régimen y sus políticas.

Por otro lado el sistema electoral también influye sobre la estabilidad del régimen ya que dependiendo de si es de representación proporcional o si es de mayoría relativa esto impactará en el número de partidos (multipartidismo y bipartidismo respectivamente). Por ejemplo si es un sistema de representación proporcional “el electorado no puede ser capaz de determinar la composición del gobierno. La representación se asigna a partidos y corresponde a sus proporciones de votos”. (Lipset, 1995, pp. 12). Lo que se pretende ejemplificar con esto es que diferentes reglas pueden crear diferentes incentivos mismos que fomenten la estabilidad del régimen o no.[4] Además estos procesos dan legitimidad al régimen ya que brindan a los votantes un medio efectivo para cambiar al gobierno en turno si no es de su agrado. También los partidos políticos son instituciones básicas para el buen funcionamiento de la democracia ya que son el lazo entre gobierno y votantes. Finalmente una sociedad civil robusta e institucionalizada que opere de manera independiente al Estado también es fundamental para la estabilidad democrática ya que estimulará los intereses y la participación de la sociedad en el sistema; mientras más gente más participe mayor legitimidad.

Sin embargo, el hecho de que el sistema se haya descompuesto varias veces en América Latina no se puede atribuir totalmente a los acuerdos institucionales, “sino más bien son las herencias culturales y los bajos niveles de productividad” (Lipset, 1995, pp.12). Esto nos lleva al enfoque culturalista. A pesar de que estas dos corrientes parecen estar muy distanciadas, teóricamente están más cerca. Esto se debe a que muchos de los supuestos de la elección racional (véase las preferencias de los actores) son el objeto de estudio del enfoque cultural. Así, su objeto de estudio es qué determina las preferencias de los individuos o de las comunidades. También dentro de esta corriente hay diferencias; hay quienes creen que la cultura es lo que explica otros procesos sociales y hay quienes la ven como un objeto de estudio con lógica propia e integridad y por lo tanto debe ser estudiada en sí misma y no en referencia a otros procesos. Otras dos corrientes la subjetiva y la intersubjetiva. En la primera se analiza cómo los individuos internalizan valores y actitudes; mientras que en la segunda se estudia cómo se llega a significados e identidades compartidas.

Hablar de “atraso” en referencia a los valores del “museo viviente” es más delicado porque implica que hay un punto o una dirección o un progreso cuantificable hacia la que deben moverse las diferentes culturas. Esto quiere decir que, dentro de una lógica marxista, hay una cultura dominante que impone sus valores y juzga a las otras por ser diferentes. Así, no creo que sea válido decir que una cultura esta más “atrasada” que otra. El no adoptar plenamente los valores del mundo occidental industrializado comprendidos como preponderancia del individuo respecto a la comunidad, no es equivalente al atraso cultural, en dado caso es una muestra de no occidentalización.

Hablar de “atraso” en el campo cultural se refiere más bien a la incompatibilidad entre los valores de cierta cultura con la democracia, lo cuál explicaría parcialmente el caso Latinoamericano. Ésta última requiere una cultura que la sustente, la aceptación por la ciudadanía y las élites de principios que fundamentan la libertad de expresión, de reunión, religión, el gobierno de la ley y derechos humanos.

Como se ha intentado mostrar, a pesar de que hay diferentes explicaciones entre las teorías y dentro de las teorías; también existe una complementación entre ellas. En verdad ninguna podrá explicar por si sola la realidad. Ésta es algo tan complejo que la mejor manera de comprenderla es con estas tres teorías utilizándolas de manera conjunta y no contrapuesta. También se trató de demostrar que el término “atraso” es subjetivo.

Pregunta 6.

La pregunta supone dos cosas: uno, que existe una misma matriz cultural para toda América Latina y, dos, que ésta matriz tiene una serie de valores que son antagónicos a la democracia.[5] Recientemente la ciencia política ha recuperado el interés por la cultura política. Cómo lo demuestra la siguiente cita de Lipset:

“la democracia requiere una cultura que la sustente, la aceptación por las élites políticas de principios que fundamentarían la libertad de expresión, de los medios de comunicación, de reunión, de religión, de derechos de los partidos de oposición, el gobierno de la ley, derechos humanos y afines” (1995, pp. 4)

Estudios estadísticos basados en encuestas han tratado de responder una serie de preguntas: ¿existe una sola cultura política latinoamericana? y ¿cómo influye la cultura política sobre la estabilidad de los regímenes de América Latina?

Durante muchos años los científicos sociales tuvieron en mente la idea de que la sociedad latinoamericana tenía una cultura política corporativista y jerárquica que retrasaba, o incluso impedía, el desarrollo democrático de la región. El método de estos estudios era simplemente descriptivo. Según Wiarda, la cultura latinoamericana fue heredada por los colonizadores y también tuvo sus efectos negativos en la “Madre Patria”:

“… [L]as sociedades ibero-latinoamericanas retienen en su base un sentimiento de idealismo moral, de certeza religiosa y filosófica, un sentimiento de continuidad histórico y una concepción unificada orgánica-corporativista del estado y la sociedad. Concepciones derivadas del derecho romano, la Iglesia Católica y los preceptos de la tradición legal y gremiales de la época medieval […] Las tradiciones e instituciones (un orden social jerarquizado y segmentado por corporaciones, una estructura política autoritaria y patrimonial, un sistema económico monopolista y mercantilista, una ley fija e inmutable, la religión católica y su influencia en la educación) todo forma parte de un bagaje social que España y Portugal establecieron en casa y luego en las colonias. Lo que pronto serían instituciones anacrónicas y decadentes en el norte de Europa y Norte América, se conservan prácticamente intactas en la península Ibérica y en América Latina, donde fueron transplantadas y echaron raíces” (Wiarda, 1974, pp. 270-271)

Sorprendentemente estas instituciones se han mantenido a lo largo de los siglos. Algo que impresionó mucho a los científicos sociales fue su capacidad para mantenerse; para incorporar a los grupos disidentes sin alterar mucho al sistema en general. Los cambios fueron graduales y controlados, evitando así que los valores de fondo fueran cuestionados fuertemente; los cambios fueron meramente de forma y nunca de fondo. Ejemplos de esto son el PRI en México, el Estado Novo de Vargas en Brasil o el MNR en Bolivia (Movimiento Nacional Revolucionario). Lo que hacían estos regímenes era tratar de incorporar a los nuevos sectores de la sociedad como los sindicatos y burgueses (diferentes de los terratenientes) para alcanzar una armonía entre clases. Les daban una serie de privilegios y cambiaban la forma de “repartir el pastel” para que estos grupos no se radicalizaran y trataran de colapsar el sistema. Sin embargo seguía siendo una distribución de la riqueza por organizaciones y no para individuos.

Uno de los estudios que recuperó el interés por la cultura política fue el trabajo seminal de Almond y Verba. Después de llevara a cabo una serie de estudios para una muestra reducida de países concluyeron que hay diferentes tipos de participación política y diferentes culturas, concretamente identificaron “participativas” “de sujeto” y “parroquiales”.

Entonces a partir de los 80’s la cultura política recupero su importancia dentro de las ciencias sociales. Se empezaron a realizar encuestas y bases de datos que pudieran poner a prueba una serie de hipótesis sobre la cultura política y su impacto sobre la estabilidad del régimen. Estos estudios han arrojado resultados muy interesantes, aparentemente si existe “una matriz cultural latinoamericana”. Esto se puede ver porque ante una serie de preguntas (por ejemplo, sobre tolerancia y la forma de llevar a cabo los cambios en sus países) las respuestas se agrupan alrededor de ciertos valores. Por ejemplo solamente entre el 20 y 30% de la gente cree que pueden confiar en otros ciudadanos, la confianza en el sistema legal de sus países oscila entre 10 y 20%, o entre dos terceras partes de la población en general cree que los cambios en sus respectivos países se deberían hacer de manera gradual. La participación en la vida política de sus países ha tenido un ligero aumento y se encuentra entre 20 y 35%; otros datos importantes son que en general menos de la mitad de la gente considera importante a la religión, por el contrario el trabajo y la familia son los dos temas que la mayoría de la gente considere más relevantes; el tema menos importante es la política lo cual podría ser explicado por lo devaluada que se encuentra y las constantes decepciones que ha provocado.[6]

Todo lo anterior nos parece indicar que sí existe “una matriz cultural latinoamericana” sin embargo ésta no se encuentra en contraposición con la democracia. Esto lo podemos ver con el incremento en la participación institucional y con el gran apoyo que tienen los cambios graduales. “Esto representa un cambio gradual hacia prácticas más participativas en oposición a cambios radicales” (Turner, 1996, pp. 214) por lo tanto pareciera que los valores intolerantes y absolutistas no han desaparecido de la escena pero la mentalidad de la gente se mueve hacia valores de una democracia más participativa y menos formal (en referencia a que eran democracias por nombre pero no de práctica).

De hecho, los cambios culturales suceden lentamente y es muy probable que sólo se vean claramente al contrastar generaciones; pero lo cierto es que se reporta una tendencia favorable para la democracia. Esto nos lleva a otras más preguntas, ¿la cultura política es lo que impidió la transición a la democracia en los 60 y 70’s? o ¿es la cultura política un elemento que condiciona la transición a la democracia y su consolidación? o ¿es más importante la cultura política para los regímenes democráticos o para los autoritarios?

Finalmente es necesario considerar que por más alentadores que sean estos resultados, en necesario tener en mente una serie de críticas a los estudios de encuestas. Muchas veces los cuestionarios son traducciones del inglés al español que no son del todo acertadas; incluso dentro del mismo idioma existen ricas diferencias entre países sobre la connotación que tienen las palabras. También sucede que la gente responde lo que considera que sea socialmente aceptado responder y no lo que piensa en verdad, también es muy probable que el tipo de régimen sea producto de negociaciones a nivel de la elite y la voluntad del pueblo no influya en las decisiones; también es factible que la gente responda en función a la realidad que vivan en el momento así por ejemplo si la gente vive bajo un régimen opresor y sanguinario es más probable que apoye cambios radicales o revoluciones, lo cual no mediría necesariamente su compromiso con la democracia.

Bibliografía:

Collier, David, “Trajectory of a concept: “Corporatism” in the study of Latin American Politicas” en Peter H. Smith (editor), (1996), Latin America in Comparative Perspective: New Approaches to Methods and Analysis, Boulder Co.: Westview Press, pp. 137-161
Rouquié, Alain, (1990) Extremo Occidente: Introducción a América Latina, Argentina: Editorial Emecé.
Rueschemeyer, Dietrich, et al (1992), Capitalist Development and Democracy, University of Chicago Press.
Turner, Frederick C., “Reassessing Political Culture” en Peter H. Smith (editor), (1996), Latin America in Comparative Perspective: New Approaches to Methods and Analysis, Boulder Co.: Westview Press, pp. 197-228.
Wiarda, Howard J. (1974), Politics and Social Change in Latin America: The Distinct Tradition, The University o Massachusets Press.
Lipset, Seymour Martin, “Reconsideración de los requisitos sociales de la democracia”, Este País, mayo 1995, pp. 2-19
De Remes, Alain (2001), “Elección racional, cultura y estructura: Tres enfoques para el análisis político”, Revista Mexicana de Sociología, v. 63, n. 1, pp. 41-70.

Notas:
[1] Por ejemplo en un sistema democrático las demandas de ciertos grupos tienen efectos sobre las políticas públicas de los gobiernos; por otro lado en un gobierno autoritario el gobierno extrae la mayor cantidad de recursos posibles de la sociedad al mismo tiempo que regula y reprime las conductas de la sociedad.

[2] Entonces en esta explicación se ve al Estado como sistema y las diferentes estructuras son las clases sociales, los medios de producción y de tenencia de tierra. Una explicación de porque se ve a la región como un “museo” es que subsisten formas de producción como la agricultura de autoconsumo en un a sociedad que se comienza a abrir al mercado internacional.
[3] La racionalidad se puede comprender de dos maneras: A) los actores son racionales en la medida que emplean de manera eficiente los medios que tienen a su disposición para llegar a los fines que desean; B) para determinar la racionalidad de los actores se necesita información adicional sobre las preferencias (estas deben cumplir una serie de supuestos como preferencias completas y transitivas) y creencias de los actores.
[4] Dentro de esta misma literatura, usando juegos secuénciales se podría explicar cómo se puede llegar de un régimen autoritario a uno democrático. Los actores serían los militares (que se dividen entre duros y moderados) y la sociedad que demanda apertura (dividida entre radicales y moderados) así, identificando las preferencias de cada grupo y quién comienza el juego se puede predecir a que tipo de régimen llevara la interacción entre los diferentes actores (puede ser democracia, status quo, democracia restringida, etc.).
[5] Cultura debe ser comprendida cómo “la percepción subjetiva de la historia y de la política, las creencias y los valores fundamentales, el origen de sus lealtades y el conocimiento político y las expectativas que son producto de una experiencia histórica de naciones y grupos” (Turner, 1996, pp. 198)
[6] Los datos comentados son para México, Argentina y Chile. Estos datos varían al interior de cada país al analizar la muestra por clases sociales, sin embargo todos los valores apuntan a la misma dirección y se comportan cómo se esperaría, a mayor dinero mayor educación y por lo tanto una cultura más tolerante y de participación institucionalizada. El que los datos aquí comentados pertenezcan a 3 países solamente pone en entre dicho la generalización de “una cultura” latinoamericana.

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