10.13.2006

Selección de Poemas

Esta es una slección de poemas que encontré cuando me sentía la persona más miserable del mundo. Acababa de hablar con una chica por la que me moría, supongo que todavía me muero por ella, pero esa tarde que hablamos fue definitivo que no tenía ningún interés en mí. No pude hablarlo con nadie, todo el día sentí como si me hubieran sacado el aire; y no fue hasta meses después que me topé con estos poémas que plasmaban perfectamente la manera en la que me sentí durante varios meses. En fin, si quieren se los pueden saltar.

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar en un panteón.
Jaime Sabines, Espero Curarme de ti

He aquí que tú estás sola y que yo estoy solo. Haces cosas diariamente y piensas y yo pienso y recuerdo y estoy solo. A la misma hora nos recordamos algo y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya somos, y una locura celular nos recorre y una sangre rebelde y sin cansancio. Se me va a hacer llagas este cuerpo solo, se me caerá la carne trozo a trozo. Esto es lejía y muerte. El corrosivo estar, el malestar muriendo es nuestra muerte.
Yo no sé dónde estás. Yo ya he olvidado quién eres, dónde estás, cómo te llamas. Yo soy sólo una parte, sólo un brazo, una mitad apenas, sólo un brazo. Te recuerdo en mi boca y en mis manos. Con mi lengua y mis ojos y mis manos te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne, a siembra, a flor, hueles a amor, y a mí. En mis labios te sé, te reconozco, y giras y eres y miras incansable y toda tu me suenas dentro del corazón como mi sangre. Te digo que estoy solo y que me faltas. Nos faltamos, amor, y nos morimos y nada haremos ya sino morirnos. Esto lo sé, amor, esto sabemos. Hoy y mañana, así, y cuando estemos en estos brazos simples y cansados, me faltarás, amor, nos faltaremos.
He aquí que tu estas sola y yo estoy solo, Jaime Sabines

Me doy cuenta de que me faltas y de que te busco entre las gentes, en el ruido, pero todo es inútil. Cuando me quedo solo me quedo más solo solo por todas partes y por ti y por mí. No hago sino esperar. Esperar todo el día hasta que no llegas. Hasta que me duermo y no estás y no has llegado y me quedo dormido y terriblemente cansado preguntando. Amor, todos los días. Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta. Puedes empezar a leer esto y cuando llegues aquí empezar de nuevo. Cierra estas palabras como un círculo, como un aro, échalo a rodar, enciéndelo. Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas, en mi garganta como moscas en un frasco. Yo estoy arruinado. Estoy arruinado de mis huesos, todo es pesadumbre.
Me doy cuenta de que me faltas, Jaime Sabines




Me dueles. Mansamente, insoportablemente, me dueles. Toma mi cabeza, córtame el cuello. Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma búscame, escúchame. En algún sitio mi voz, sobreviviente, llama, pide tu asombro, tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades, tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto) viene desde la muerte, desde antes del primer día que despertara al mundo.
¡Qué claridad tu rostro, qué ternura de luz ensimismada, qué dibujo de miel sobre hojas de agua!
Amo tus ojos, amo, amo tus ojos. Soy como el hijo de tus ojos, como una gota de tus ojos soy. Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme, del suelo, de la sombra que pisas, del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños. Levántame. Porque he caído de tus manos y quiero vivir, vivir, vivir.
Me Dueles, Jaime Sabines

No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados, del uno al otro, diariamente, cayéndonos en múltiples estatuas, en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de máscaras, de triángulos obscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte, amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, inconsolable, a gritos, dentro de mí, quiero decir, te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan. Nos morimos, amor, y nada hacemos sino morirnos más, hora tras hora, y escribirnos y hablarnos y morirnos.
No es que muera de amor, muero de ti. Jaime Sabines

Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre algún día se quieren, se van quedando solos poco a poco, algo en su corazón les dice que están solos, solos sobre la tierra se penetran, se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como se hace la luz dentro del ojo. El amor une cuerpos. En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos; piensan entonces que lo saben todo. Se ven desnudos y lo saben todo.
Yo no lo sé de cierto pero supongo. Jaime Sabines

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.
Tu Nombre, Jaime Sabines

Te quiero porque tienes las partes de la mujer en el lugar preciso y estás completa. No te falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo, leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves, tal vez, acaso un día, en una lámpara apagada, en un rincón del cuarto donde duermes, soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya que tus ojos, sin ti, se quedan viendo. Quizás me reconoces como una hora antigua cuando a solas preguntas, te interrogas con el cuerpo cerrado y sin respuesta. Soy una cicatriz que ya no existe, un beso ya lavado por el tiempo, un amor y otro amor que ya enterraste. Pero estás en mis manos y me tienes y en tus manos estoy, brasa, ceniza, para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo con que amé tu cintura. No me dejes en medio de tu sangre en esa toalla.
Te quiero porque tienes las partes de la mujer. Jaime Sabines

Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida. Y se van llorando, llorando la hermosa vida.
Los Amorosos, Jaime Sabines


Lento, amargo animal que soy, que he sido, amargo desde el nudo de polvo y agua y viento que en la primera generación del hombre pedía a Dios.
Amargo como esos minerales amargos que en las noches de exacta soledad —maldita y arruinada soledad sin uno mismo— trepan a la garganta y, costras de silencio, asfixian, matan, resucitan.
Amargo como esa voz amarga prenatal, presubstancial, que dijo nuestra palabra, que anduvo nuestro camino, que murió nuestra muerte, y que en todo momento descubrimos.
Amargo desde dentro, desde lo que no soy, —mi piel como mi lengua— desde el primer viviente, anuncio y profecía.
Lento desde hace siglos, remoto —nada hay detrás—, lejano, lejos, desconocido.
Lento, amargo animal que soy, que he sido.
Lento, amargo animal que soy. Jaime Sabines

La luna se puede tomar a cucharadas o como una cápsula cada dos horas. Es buena como hipnótico y sedante y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía. Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de conejo: sirve para encontrar a quien se ama, para ser rico sin que lo sepa nadie y para alejar a los médicos y las clínicas. Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido, y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna debajo de tu almohada y mirarás lo que quieras ver. Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues, y dale la llave de la luna a los presos y a los desencantados. Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas.
La Luna, Jaime Sabines

Cuando tengas ganas de morirte esconde la cabeza bajo la almohada y cuenta cuatro mil borregos. Quédate dos días sin comer y veras qué hermosa es la vida: carne, frijoles, pan. Quédate sin mujer: verás. Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto: muérete y ya.
Cuando Tengas ganas de morirte, Jaime Sabines

Quiero saber de quién es mi pasado.¿De cuál de los que fui? ¿Del ginebrino que trazó algún hexámetro latino que los lustrales años han borrado?¿Es de aquel niño que buscó en la entera biblioteca del padre las puntuales curvaturas del mapa y las ferales formas que son el tigre y la pantera?¿O de aquel otro que empujó una puerta detrás de la que un hombre se moría para siempre, y besó en el blanco díala cara que se va y la cara muerta?Soy los que ya no son. Inútilmente soy en la tarde esa perdida gente.
All our yesterdays, Jorge Luis Borges

DESPEDIDA
Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches esperanzadas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viendo y perdiendo... Definitiva como un mármol entristecerá tu ausencia otras tardes.
Despedida, Jorge Luis Borges

LO PERDIDO
¿Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue, la venturosa o la de triste horror, esa otra cosa que pudo ser la espada o el escudo y que no fue? ¿Dónde estará el perdido antepasado persa o el noruego, dónde el azar de no quedarme ciego, dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura noche que al rudo labrador confía el iletrado y laborioso día, según lo quiere la literatura? Pienso también en esa compañera que me esperaba, y que tal vez me espera.

EL ENAMORADO
Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, lámparas y la línea de Durero, las nueve cifras y el cambiante cero, debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira de la epopeya y los pesados mares que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira. Sólo tú eres. Tú, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura.

EL BREVE AMOR
Con qué tersa dulzurame levanta del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas, me pasea los dedos por la piel y me dibujaen el espacio, en vilo, hasta que el beso se posa curvo y recurrente, para que a fuego lento empiece la danza cadenciosa de la hoguera tejiéndose en ráfagas, en hélices,ir y venir de un huracán de humo...¿Por qué, después, lo que queda de mí es sólo un anegarse entre las cenizas sin un adiós, sin nada más que el gesto de liberar las manos?
Julio Cortázar

EL INTERROGADOR
No pregunto por las glorias ni las nieves, quiero saber dónde se van juntando las golondrinas muertas, adónde van las cajas de fósforos usadas. Por grande que sea el mundo hay los recortes de uñas, las pelusas, los sobres fatigados, las pestañas que caen. ¿Adonde van las nieblas, la borra del café,los almanaques de otro tiempo? Pregunto por la nada que nos mueve; en esos cementerios conjeturo que crece poco a poco el miedo, y que allí empolla el Roc.
Julio Cortázar

EL FUTURO
En el futuro sé muy bien que no estarás. No estarás en la calle en el murmullo que brota de la noche de los postes de alumbrado, ni en el gesto de elegir el menú, ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes ni en los libros prestados, ni en el hasta mañana. No estarás en mis sueños, en el destino original de mis palabras, ni en una cifra telefónica estarás, o en el color de un par de guanteso una blusa.Me enojaré amor mío sin que sea por ti,y compraré bombones pero no para ti, me pararé en la esquina a la que no vendrás y diré las cosas que sé decir y comeré las cosas que sé comer y soñaré los sueños que se sueñan.Y sé muy bien que no estarás ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo, ni allí afuera en ese río de calles y de puentes. No estarás para nada, no serás mi recuerdo y cuando piense en ti pensaré un pensamiento que oscuramente trata de acordarse de ti.
Julio Cortázar

LA LENTA MÁQUINA DEL DESAMOR...
La lenta máquina del desamor,los engranajes del reflujo,los cuerpos que abandonan las almohadas,las sábanas, los besos,y de pie ante el espejo interrogándosecada uno a sí mismo,ya no mirándose entre ellos,ya no desnudos para el otro,ya no te amo,mi amor.
Julio Cortázar

NO ME DES TREGUA
No me des tregua, no me perdones nunca. Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves. ¡No me dejes dormir, no me des paz! Entonces ganaré mi reino, naceré lentamente. No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante; tálame como un sílex, desespérame
Julio Cortázar

UNA CARTA DE AMOR
Todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo porque en el fondo es todo,
como un perro que pasa, una colina, esas cosas de nada, cotidianas, espiga y cabellera y dos terrones, el olor de tu cuerpo, lo que decís de cualquier cosa, conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco, yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí, que me ames con violenta prescindencia del mañana, que el gritode tu entrega se estrelle en la cara de un jefe de oficina, y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad.
Julio Cortázar

1964
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes que acercaba el amor. Hoy sólo tienes la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente) sino lo que no tiene y no ha tenido nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido. Un símbolo, una rosa, te desgarra y te puede matar una guitarra.

II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Juorge Luis Borges

UN LOBO
Furtivo y gris en la penumbra última,va dejando sus rastros en la margende este río sin nombre que ha saciado la sed de su garganta y cuyas aguas no repiten estrellas. Esta noche, el lobo es una sombra que está solay que busca a la hembra y siente frío. Es el último lobo de Inglaterra. Odín y Thor lo saben. En su alta casa de piedra un rey ha decidido acabar con los lobos. Ya forjado ha sido el fuerte hierro de tu muerte. Lobo sajón, has engendrado en vano. No basta ser cruel. Eres el último. Mil años pasarán y un hombre viejo te soñará en América. De nada puede servirte ese futuro sueño. Hoy te cercan los hombres que siguieron por la selva los rastros que dejaste, furtivo y gris en la penumbra última.
Jorge Luis Borges




LA CASADA INFIEL
a Lydia Cabrera y a su negrita

Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.
*
Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena yo me la llevé del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy. Como un gitano legítimo. Le regalé un costurero grande de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.
Federico García Lorca

I Like Americans
By A Foreigner

I like Americans.They are so unlike Canadians.They do not take their policemen seriously.They come to Montreal to drink. Not to criticize.T hey claim they won the war.But they know at heart that they didn't.They have such respect for Englishmen. They like to live abroad. They do not brag about how they take baths. But they take them. Their teeth are so good. And they wear B.V.D.'s all the year round. I wish they didn't brag about it. They have the second best navy in the world.B ut they never mention it. They would like to have Henry Ford for president. But they will not elect him. They saw through Bill Bryan. They have gotten tired of Billy Sunday. Their men have such funny hair cuts. They are hard to suck in on Europe. They have been there once. They produced Barney Google, Mutt and Jeff. And Jiggs. They do not hang lady murderers. They put them in vaudeville. They read the Saturday Evening Post And believe in Santa Claus. When they make money They make a lot of money. They are fine people.
by Ernest Hemingway

Amigo, levántate para que oigas aullar al perro asirio. Las tres ninfas del cáncer han estado bailando, hijo mío. Trajeron unas montañas de lacre rojo y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido. El caballo tenía un ojo en el cuello y la luna estaba en un cielo tan frío que tuvo que desgarrarse su monte de Venus y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.
Amigo, despierta, que los montes todavía no respiran y las hierbas de mí corazón están en otro sitio. No importa que estés lleno de agua de mar. Yo amé mucho tiempo a un niño que tenía una plumilla en la lengua y vivimos cien años dentro de un cuchillo. Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco. El aullido es una larga lengua morada que deja hormigas de espanto y licor de lirios. Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces! Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.
¡Amigo! Levántate para que oigas aullar al perro asirio.
Federico García Lorca

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