1.25.2007

El miedo no anda en burro

El miedo no anda en burro

Roberto Gerhard Tuma

En México el presidente siempre ha sido la figura política más importante. Era quien daba el rumbo al país, quien llevaba los pantalones (y las botas) en casa, era quien tenía que resolver y hacer frente a los problemas más importantes de país. El jueves pasado, en el que probablemente sería el momento político, social y económico más importante de su sexenio, el presidente se fue. Como lo ha hecho todo su sexenio, véase su ya célebre “y yo porqué”, como si no tuviera el valor de decir: “si yo lo hice y aquí estoy para enfrentar lo que se ofrezca”, como un ladrón, cómo alguien que ha hecho un acto vil y piensa que por estar lejos podrá escapar a sus consecuencias, que si no lo ve no sucede. Y como lo ha demostrado a lo largo de su sexenio nos confirmo, una vez más, que él no lleva los pantalones en los pinos.
Más patético, y triste, fue cuando declaró que México es un ejemplo de legalidad ante la prensa internacional. Cuando todos los periódicos internacionales como El País, Le monde, The Wahington Post, The New York Times, etc acusaron este hecho como un atentado contra la democracia. Tal y cómo lo había venido acusando López Obrador desde el principio, y tal como lo hizo el siete de abril, dejó claro que esta fue una movida única y exclusivamente política. En San Lázaro ese fue el debate, si era un acto legal o un acto político. Tristemente desde antes estaba cantado el resultado de esta legalidad política, se mayoriteo a la izquierda como en los buenos tiempos del PRI, “mejor háganse panistas porque hoy no son más que el cabúz del PAN” dijo Pablo Gómez. En verdad, la democracia, nuestro pequeño crío nació con una enfermedad letal, la intolerancia y la trampa. La pequeña corre el riesgo de morir si no encontramos una vacuna adecuada. El problema es que la vacuna se encuentra en muy pocas dosis, esta se traduce en gente como Roberto Campa, quien tuvo la sensibilidad, honestidad y coraje de retar la línea y votar de acuerdo a sus convicciones, fue alguien quien abrió los ojos y voto de acuerdo a lo que vio.
Es reprobable este acto, y pone muy clara la gran distancia que existe entre gobernantes y gobernados. A parte de que es reprobable este acto, es peligroso porque se le esta cerrando, ¡a la mala!, el camino institucional a la izquierda. Con el descuero y futura inhabilitación de AMLO le han asestado un golpe mortal a la democracia. Misma que supuestamente es incertidumbre dentro de un conjunto de reglas que todos respetan. La incertidumbre a la que se refiere la democracia es no saber quién será el ganador en las siguientes elecciones. Lo que han hecho con esto es eliminar una opción, así el resultado no esta completamente arreglado, pero existe la certeza de que la izquierda no gana, y caemos en una suerte de duopolio.
Otro problema con esta situación es que, ¿qué mensaje le estas dando a la izquierda? Básicamente les estas diciendo que pueden jugar a la democracia siempre y cuando no tengan una verdadera capacidad de quitarles el poder, mientras sigan siendo los perdedores resignados. La gravedad del asunto es que si un actor ve que la vía institucional le ha sido truncada, ¿qué alternativas tiene? Puede recurrir a movilizaciones sociales, estas pueden ser pacíficas (que se pueden tornar en violentas) o empezar violentas y mientras más sea reprimido un actor se irá radicalizando cada vez más y más hasta que se llegue a una guerrilla como fue el caso del EZLN, o el EPR, ellos son actores sociales que no vieron en la vía institucional una verdadera opción. Afortunadamente Obrador se comportó a la altura del momento y tuvo la responsabilidad suficiente para exigir a la gente que todas las manifestaciones fueran únicamente pacíficas, que no respondieran a ninguna agresión, que no cayeran en la violencia que es lo que esperan sus enemigos para así poder descalificarlos.
En verdad el jueves fue un día especial, de tan solo escuchar la gente gritando en el zócalo: ¡Obrador, Obrador! o ¡No estas sólo! Era imposible que estos gritos no tocaran alguna fibra de tu ser, la tensión, la esperanza y tristeza que representa este hombre y este proceso para la gente. México a principio del siglo XXI empieza con el pie izquierdo, en México en el país dónde se enseña a perder pero, pero que orgullo hacerlo con luchando y con la cara en alto, en el imperio que fue conquistado y sobajado, el país rico que ha sido robado, timado, despojado de lo que le pertenece legítimamente, en este país en el que la gente carga con esta historia de 500 años, en el que el pueblo y los políticos se han visto como dos clases opuestas, como dos extranjeros que ni siquiera hablan el mismo idioma ni comparten la misma realidad; en este país en el que el pueblo veía en López Obrador a su líder. Veían en él a alguien de ellos que los entiende, existe este sentimiento generalizado de que finalmente el se iba a tener un gobierno por el pueblo y para el pueblo. Este sentimiento de esperanza se comienza a desvanecer, y mientras se desvanece se convierte en frustración, en coraje. ¿Le hará caso la gente a López Obrador? ¿Serán pacíficas las manifestaciones o finalmente este sentimiento se desbordará en un alboroto en detrimento de la ciudad, de la democracia y del país?

PS: ¿Cómo no se puede hablar de un complot cuando el lunes 4 de abril (según Proceso) los dueños de las dos televisoras más importantes de México se reunieron en los pinos? Es claro que salieron de allá con la encomienda de darle el menor tiempo aire a lo del desafuero y hacerlo ver como una noticia de segunda plana para que se olvide más pronto.

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