1.25.2007

Pemexgate II

Roberto Gerhard Tuma


Pemexgate o ¿como la cruda, de efecto retardado?

Es necesario situar la segunda fase del Pemexgate en la situación que se esta viviendo en el país. Después de quince meses de tensión política el desafuero se echó para atrás. Esta fue una de las movidas donde más capital político invirtieron tanto el PRI como el PAN. La celebrada decisión tomada por el presidente de la República dejó muchos sentimientos heridos. En especial, entre los más resentidos se encuentran los priístas. Ellos podían haber ganado con la situación rechazando el desafuero, pero la tentación de un camino sencillo a la presidencia fue muy grande y optaron por la salida fácil. “Quedaron expuestos como lo que son” dijo López Obrador. Ahora, los priístas están muy “ardidos” como se dice en México.

En este ambiente de reclamos políticos cayó otra nota. Las acusaciones entre la periodista argentina Olga Wornat sobre la primera dama; y la consecuente demanda de Marta Sahagún de Fox por daño moral. Lo que provocó la publicación de su libro y de otros artículos en la revista Proceso fue que se indagara de nuevo sobre las cuentas de la primera dama y su vástago.

En medio de esta situación se hace del conocimiento público que el caso del Pemexgate sigue abierto. Cómo si el gobierno intentara decirle a los priístas: mejor llevemos una relación cordial porque si no les parece aquí tengo por donde apretarlos. Al mismo tiempo logran distraer la atención sobre el conflicto Wornat-Sahagún. Esto sería suponer mucha audacia en el gobierno federal, misma que a lo largo del sexenio han demostrado que no tienen. Sería suponer que son un poco más agudos de lo que la mayoría de la gente piensa.

Esta misma audacia, que podríamos suponer que tienen, contrasta con el origen mismo del caso Pemexgate. El caso de Pemexgate tuvo su origen al mismo tiempo que el gobierno negociaba con la bancada priísta la reforma fiscal. En ese momento, en vez de ver el gran beneficio que traería prolongar la acción contra el PRI y dar preferencia a los acuerdos para la reforma; se hizo lo contrario. Se siguió adelante con el proceso, la reforma “se fue al diablo” y el gobierno tuvo que trabajar todo el sexenio con una fuerte oposición.

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