1.25.2007

Preguntas para Lat. Am s. XIX

Roberto Gerhard Tuma
Examen de Historia de América Latina

2. Todos los países de América Latina pasaron por una transición ideológica del republicanismo clásico al liberalismo durante el siglo XIX.

Cuando se habla de América Latina el liberalismo es uno de los temas recurrentes, sin embargo es muy importante explicar la ideología republicana anterior al liberalismo. De no llevar a cabo este ejercicio se caería en una visión simplista e inclusive anacrónica. Cuando la mayoría de las colonias alcanzó su independencia, la adopción de una República como forma de gobierno fue natural.[1] El gobierno republicano intentaba traducir la invocación de la soberanía de los pueblos en instituciones eficientes. También buscaba crear una sociedad civil y virtuosa, una vez alcanzado este objetivo se podría avanzar hacia una sociedad más liberal. Sin embargo los intentos constitucionales, de principios del siglo XIX, de crear un gobierno se vieron alterados por constantes movimientos autonomistas, que se tradujeron en caudillismo, y por un Estado débil incapaz de recaudar recursos ni defender derechos. Lo que se pretende hacer con este ensayo es explicar brevemente cuales eran las herencias, o inercias, republicanas al inicio del siglo XIX. Y si es que representaron un obstáculo o si fueron un paso previo para la transición hacia un orden liberal.

La primera gran herencia que se abordará, es la que señala José Carlos Chiaramonte. Estamos hablando de los pueblos y su soberanía. En épocas del Imperio la soberanía emanaba de los pueblos y era encarnada por el rey. Cuando el legítimo rey de España pierde el trono la soberanía regresa a los pueblos. Esto nos da oportunidad de distinguir un posible conflicto con el liberalismo. ¿La soberanía emana del pueblo o de cada uno de los ciudadanos?

Si se quiere entender el problema tenemos que retroceder en la historia y analizar el impacto de las reformas borbónicas en todo el territorio español. El objetivo de estas reformas era centralizar las facultades administrativas en las ciudades y establecer un mayor control del monarca sobre el sus súbditos. Sin embargo antes de estas reformas los pueblos habían gozado del derecho al autogobierno y de representación en las cortes de Castilla.[2] Cuando las reformas borbónicas se llevaron a cabo, su principal objetivo fue mejorar el control fiscal del monarca sobre el resto de sus territorios. Entre todas las reformas que realizaron la comunidad local dejó de ser un actor relevante en las actividades políticas. Estas reformas dejaron muchas sensibilidades locales resentidas.

Después de la independencia, lejos de existir un sentimiento de unidad nacional, había una multiplicidad de pueblos demandando mayor autonomía en nombre de su soberanía (como habían tenido antes de las reformas borbónicas). Esta situación ponía en un aprieto a los proyectos de nación y de república porque se quería hacer un Estado capaz de aplastar los ataques de la insubordinación y al mismo tiempo dar a los pueblos y ciudadanos derechos para defenderse del Estado.[3] Además de haber una confrontación entre centralización y autonomía, tenemos el problema de que se reconoce la soberanía al pueblo per se y no al pueblo como la suma de ciudadanos libres.

Así, el republicanismo clásico esta en conflicto con el liberalismo ya que se pone a la comunidad por encima del individuo. Como bien señala Natalio Botana, el debate es semejante al de Constant en La libertad de los antiguos y la liberta de los modernos. Lo que señala el francés en su célebre escrito es que en la época de los antiguos uno solo podía tener libertades, o más bien derechos, siempre que fuera parte de una comunidad. El problema es que se caía en una suerte de tiranía de la comunidad (o de la volonté general en palabras de Rousseau). El bien general se alcanzaba subordinando los individuos a la comunidad. Mientras que en los modernos, los individuos tienen derechos que lo defienden de la comunidad y el Estado. El poner a los individuos por encima de la comunidad hará que se alcance el bien común. Siguiendo los pasos de Botana, encontramos otra serie de herencias republicanas. Principalmente nos enseña herencias de tipo ideológicas. Uno de los principales objetivos del republicanismo era crear una sociedad civil de ciudadanos virtuosos, se pensó que ésta sería la base para una autoridad republicana.

Su argumento era que para tener un buen estado necesitaban tener buenos ciudadanos y por lo tanto necesitaban inculcarles ciertas virtudes. La principal virtud que buscaban era la de “sacrificar el bien privado en arras del bien común” (Botana), la religión, el trabajo de tu tierra y la información sobre los problemas de tu sociedad eran otras de las virtudes. Para hacer virtuosos a sus ciudadanos los gobiernos usaron la constitución y la educación.[4]

En todos estos procesos la Iglesia juega un papel muy importante, ya sea en relación a la educación o en relación a las constituciones. Como señala Marie-Danielle Demélas en su texto, las constituciones pasaban por un proceso semejante a una procesión de Corpus antes de ser aceptadas y juradas en cada pueblo.[5] Existía la noción de que se podía romper de tajo con el régimen anterior y empezar de cero cada vez que se redactaba una nueva constitución. De tal forma que bastaría hacer una constitución cuyas reglas fomentaran las virtudes de los ciudadanos para que la sociedad cambiara y progresara.

En términos de la educación, buscaban una educar a la mayoría de gente y la Iglesia era sumamente importante ya que era el medio principal a través del cual se hacía esta labor.[6] A pesar de que en el republicanismo consideraban el ser religioso como una virtud no eran clericales, esto es que no estaban a favor de que influyera el clero en las decisiones políticas. Esto, como señala Chiaramonte, es un grave problema pues durante la colonia Iglesia y Estado estaban unidos. De hecho el rey de España era la cabeza de la iglesia católica en todo su territorio. Así después de la independencia, además de las regiones, hay una gran institución que se quedó sin cabeza y que pretendía mantener su peso político.

La idea era que a través de la educación se le inculcaría a la gente las virtudes cívicas del republicanismo. Entre las nociones que se buscaban transmitir era que el comercio afectaba a la sociedad pues ponía los intereses individuales por encima de esta última. El comercio es, más bien, una virtud de una sociedad moderna, la libertad de cada uno los llevará a que realicen diferentes labores y que se vendan entre ellos lo que necesiten. Así, el comercio como expresión de la libertad individual es la punta de lanza de los modernos y la razón de su desarrollo económico.

Por el contrario, si la economía era impulsada por la agricultura y cada quien trabaja su tierra sus intereses convergerían con los de la comunidad. A su vez estaría más preocupado e informado por los problemas generales y sería capaz de tomar parte en las decisiones de la comunidad.

El proyecto de educar a la mayoría de la población no se pudo llevar a cabo porque el Estado no tenía los recursos y mientras avanzaba el siglo las corrientes anticlericales se hicieron más fuertes. El problema de esto es que el Estado no pudo controlar la educación por medio de la Iglesia y además perdió a un actor que potencialmente podía haber financiado su gasto por medio de préstamos.

De lo antes expuesto se podría decir que, a grandes rasgos, se entiende lo siguiente por republicanismo clásico: es un orden político donde la soberanía esta en el pueblo y es indivisible e inalienable, por lo tanto no puede haber una democracia representativa. Esta basada en una sociedad civil donde cada ciudadano debe actuar activamente en todos los aspectos de la vida pública. Para lograr eso los ciudadanos deben gozar de las virtudes cívicas, especialmente poner el bien común por encima de sus intereses personales, y deben estar educados e informados de los que sucede en la sociedad. Así, idealmente terminan creando una suerte de Estado roussoniano donde el pueblo es el Estado y la voluntad general devora y libera a los individuos al mismo tiempo.

A modo de conclusión el esquema republicano general es un orden intermedio entre antiguo régimen y liberalismo. Con el primero comparte el hecho de que se basa en organismos como la Iglesia, los pueblos y el ejército para alcanzar el orden; pero tiene como objetivo final crear una sociedad civil que le permita después desarrollar un liberalismo. Muchas veces la inercia republicana en la práctica será causa de conflicto a la hora de adoptar constituciones y prácticas más liberales. Finalmente, hablar en cuestión de términos absolutos resulta difícil, máxime porque siempre se puede encontrar una excepción a la regla. Decir que todos los países experimentaron esta transición se debe hacer con matices ya que cada región existen peculiaridades que la distinguen del resto y no fue un proceso homogéneo, como es el caso de Brasil con su monarquía, Argentina con un mayor éxito en cuanto a nivel de educación, México respecto a sus dos intentos monárquicos y la región andina en relación a sus constituciones.
3. Sin el liberalismo autoritario del siglo XIX, la democracia liberal en América Latina sería imposible.

En la historia y en la ciencia política es recurrente el debate sobre la armonía entre mundo de las ideas y la realidad. Una gran cantidad de autores proponen que las instituciones de un gobierno deben reflejar la realidad en la que vive, mientras que otro gran número de autores propone que por medio de instituciones se puede cambiar a la sociedad y guiarla hacia un ideal. El objeto de este ensayo será sopesar el impacto que tuvo un tipo de gobierno liberal, si se adecuó a la realidad en la que vivió y cuál es su relación con la democracia liberal.

Siguiendo esta línea, existe el debate sobre si el liberalismo y las constituciones del siglo XIX fueron ideologías ajenas e impuestas a la fuerza en América Latina. Aguilar y Negretto proponen que, si bien los padres de esta corriente filosófica son europeos, la mayoría de los arreglos constitucionales no fueron meras imitaciones sino “trajes hechos a la medida” (Aguilar y Negretto). Tal es el caso de la constitución de México en 1857, Chile en 1833 y Argentina en 1853-60.[7] En estos casos el arreglo constitucional fue trascendental para que se mantuviera la unidad de los países y se pudiera superar una época de anarquismo y constantes levantamientos.

Se podría decir que durante la segunda mitad del siglo XIX estas constituciones trajeron consigo periodos de paz y prosperidad. De hecho, las virtudes que más se defendían en estos gobiernos fueron el respeto al estado de derecho, el progreso económico por medio del comercio y los derechos individuales. Esto resulta curioso pero el apego a la ley lo encontramos inclusive en los pronunciamientos o levantamientos contra el gobierno como señala Damélas.

Uno de los principales puntos en desacuerdo que existe entre el liberalismo autoritario y la democracia liberal se refiere a la cuestión del sufragio. Una condición básica y necesaria para la existencia de una democracia liberal es la existencia del sufragio universal efectivo. Es importante señalar que para la época esta no era la costumbre en ninguna parte del mundo, ni siquiera en Europa ni en Estados Unidos. Sin embargo existía el sufragio restringido, esto quiere decir que se llevaba a cabo una discriminación ya fuera por raza, clase social o nacionalidad para determinar si el ciudadano tenía derecho a votar y ser votado o no. Este era el caso de México donde además la votación para presidente era indirecta, sin embargo el sufragio universal masculino sí existía en Argentina.

La principal crítica que se podría hacer al liberalismo autoritario es que cerró las puertas o el camino a la oposición. Los regímenes de Argentina y México con el afán de alcanzar el desarrollo económico traicionaron sus ideales a través de la práctica política. El sistema de representación estaba completamente controlado por las elites locales quienes trabajaban con el respaldo del gobierno federal. En México esto crea un sistema petrificado de alta dependencia e inmovilismo, ningún grupo disidente tenía cabida en el sistema.[8] En Argentina la situación era similar.

Varios brotes de descontento surgieron en ambos países cuestionando la legitimidad y los ideales del gobierno. Como se puede ver en el texto de Aguilar y Negretto, en verdad estos grupos no eran revolucionarios, simplemente querían hacer valer sus derechos liberales; como decía Yrigoyen ellos en verdad se consideraban conservadores.[9] Así, no es que buscaran llevar a cabo un cambio ideológico sino que pretendían hacer valer las promesas de una república representativa. En ambos países después de un conflicto armado se alcanzó, por un breve periodo, una democracia misma que murió en ambos países en manos del ejército.

Lo que podemos ver de los casos de México y Argentina es que si bien los regímenes tenían ciertas instituciones que los hacían parecer liberales, este liberalismo sólo era válido en la economía y era pura retórica en la política. Así, tenían instituciones que los hacían parecer liberales pero en la práctica existían fallas que condujeron al monopolio político administrativo de las elites.

Por el contrario, resulta muy interesante contrastar estos dos casos con el experimento Uruguayo. Aquí resulta que el país alcanzó la democracia liberal por medio del militarismo, como dice López Aleves. Por lo tanto, el caso de Uruguay resulta atípico porque es una excepción ante los países que de democracias caían en juntas militares. Los clivages del conflicto, como señala López Alves, son urbano-rural, federalistas-centralistas, liberales-antiliberales y extranjero-nacionales; a veces estos no siempre coinciden y puede haber liberales campesinos por ejemplo. La razón del éxito Uruguayo fue que supieron traducir institucionalmente estas diferencias, de tal forma que crearon un fuerte sistema bipartidista. Este sistema de partidos era fruto de una situación donde ninguno de los dos bandos había sido capaz de imponerse por la fuerza. De tal modo que aprendieron a compartir el poder y a coexistir de manera pacífica y decidieron cambiar los votos por las armas como vía de cambiar y legitimar el gobierno.

Este sistema de partidos fue único ya que eran autónomos al gobierno y tampoco había un control de la elite política sobre éstos. Es importante resaltar que en este sistema los actores que quedaban fuera eran la elite económica y el ejército quienes después formaron una coalición para llegar al poder por medio de un golpe. Este hecho explica porque el liberalismo no fue una doctrina seguida por el gobierno sino hasta el golpe.[10] Lo que concluye López Alves es que fue el ejército quien creo un verdadero cambio radical modernizando (en cuanto a ideología) el sistema de partidos y a su vez esto contribuyó al fin del militarismo.

Lo que vimos en los casos de México y Argentina es que hubo una cierta estabilidad política mientras hubo crecimiento o progreso económico. Este progreso iba acompañado de la exclusión en la toma de decisiones, y cuando el sistema dejó de funcionar económicamente las fallas políticas se hicieron presentes. Paradójicamente, así como el sistema sentó las bases para que existiera una demanda por una sociedad más igualitaria, se convirtieron también en el elemento para reprimir estas demandas (Peloso).

A modo de conclusión se podría decir que si bien en estos regímenes existían los principios de representatividad, estos fueron obviados en la práctica. Lo cual nos lleva de nuevo a la discusión del principio sobre ideas y realidad. Se podría decir que idealmente los regímenes liberales si contemplaban la representación de todos, sin embargo en realidad solo representaban a un pequeño grupo, como muestran los casos de Argentina y México. Esta inconsistencia entre ideal y discurso con la práctica es lo que lleva al sistema a una crisis, que da como resultado una breve experiencia democrática y que termina en gobiernos militares. Por lo tanto la democracia liberal sí estaba comprendida dentro del sistema liberal, sin embargo fue el mal funcionamiento y las prácticas corruptas lo que hizo que se vieran como movimientos encontrados.

Finalmente decir que sin el liberalismo autoritario no podría haber habido democracia liberal es una declaración arriesgada. Un argumento así tiene en parte razón y en parte no. Se podría decir que tiene razón porque fue con estos tipos de gobierno donde quedan plenamente arraigados los ideales liberales en la conciencia de la gente. Ideales como la libertad individual, derechos individuales y estado de derecho, poco a poco irán remplazando prácticas del antiguo régimen.
También se podría decir que precisamente fue gracias a que hubo este régimen liberal autoritario, que cerró las vías a la competencia política lo que provocó el surgimiento de movimientos con demandas de mayor representación y procesos electorales limpios. Esto no es algo que se pudiera aducir tanto al régimen en sí como a la forma del ejercicio del poder.

Por otro lado, a pesar de que tenemos tres casos para comparar por medio de la variable independiente, lo que haría contundente a esta conclusión sería que para el mismo país hubiera una contrafactual, lo cual es imposible. El hecho de que en Uruguay el gobierno militar haya evolucionado en una democracia liberal y que en los otros dos casos haya sucedido lo contrario (que la democracia liberal haya terminado en gobiernos militares) no quiere decir nada; primero porque la historia no termina ahí, y conforme avanza ideales pasados se retoman o se repiten bajo una nueva óptica. Además, si consideramos como liberalismo autoritario aquel régimen donde sistemáticamente se excluye a un actor, pues entonces en Uruguay también se excluyó a un grupo que fueron las elites económicas, mismas que buscan el poder por medio de un golpe.
Bibliografía

Aguilar-Rivera, José Antonio y Gabriel Negretto. Rethinking the Legacy of the Liberal State in Latin America: The cases of Argentina (1853-1916) and México (1857-1910) en Cambridge: Cambridge Univesity Press, 2000, 361-397.
Botana, Natalio R. “Las transformaciones del credo constitucional”, en Antonio Annino y François-Xavier Guerra (coords.). Inventando la nación. México: FCE, 2003, pp. 654-682.
Chiaramonte, José Carlos. “Modificaciones del pacto imperial”, en Antonio Annino y François-Xavier Guerra (coords.). Inventando la nación. México: FCE, 2003, pp. 85-113.
Demélas, Marie-Danielle. “Pactismo y constitucionalismo en los andes”, en Antonio Annino y Françoix-Xavier Guerra (coords.). Inventando la nación. México: FCE, 2003, pp. 593.612.
Millington, Tomas. Colombia’s Military and Brazil’s Monarchy. Undermining the Republican Foundations of South American Independence. Westport: Greenwood Press, 1996, Chap.1-2.

[1] Era natural ya que las opciones eran monarquía o república, en esa época el parlamentarismo se asociaba a la monarquía. Esta última estaba prácticamente muerta para todos los países salvo Brasil y México que fracasó dos veces en su intento por instaurarla.
[2] “El sistema que los Borbones del siglo XVIII encontraron en las posesiones de la América española –comenta Eliot- podría ser descrito, pues, como de autogobierno a la orden del rey.” (Chiaramonte) Se podría decir que las tendencias centralizadoras antes de los Borbones no fueron muy exitosas.
[3] Esto resulta un poco contradictorio porque si bien por un lado se intenta hacer un Estado muy fuerte, por el otro lado se le pone frenos.
[4] Es necesario mencionar que al principio del siglo XIX la ciudadanía estaba restringida para los criollos y terratenientes.
[5] Las constituciones eran vistas como una ruptura total con el pasado y el principio de un nuevo orden y progreso. Sin embargo debían pasar por el proceso de la procesión y del juramento (respetando la estructura estamental del antiguo régimen) para que fuera legítima. La constitución se transformaba en un pacto entre estamentos y provincias que generaba una nueva asociación política.
[6] De hecho se podría decir que contaba con el monopolio sobre la educación.
[7] Para México, por ejemplo se creo un gobierno con un poder legislativo muy fuerte de una sola cámara y un poder ejecutivo bastante debilitado (debido a la experiencia de Santa Ana). Para Chile y Argentina lo que se hizo fue un centralismo disfrazado de federalismo, la única diferencia fue que en Argentina el voto no fue restringido.
[8] Esta dependencia se exacerba cuando se vuelve a permitir la re-elección y además la dependencia iba más allá de las instituciones, se dependía de las personas, de Díaz en especial y el a su vez dependía de las diferentes familias en los estados.
[9] Conservadores en el sentido del estado liberal clásico buscando hacer prevalecer los derechos políticos del individuo por encima de los privilegios de grupos privilegiados.
[10] En general el liberalismo era visto en el campo y en gran parte del país como una ideología europea que no los protegía económicamente hablando, por eso no fue sino hasta que los militares tomaron el poder que se implementaron políticas más liberales.

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