1.25.2007

Ratzinger

Roberto Gerhard Tuma
La Iglesia Católica

El pasado miércoles se eligió al nuevo Papa, jefe del Estado Vaticano y de la Iglesia Católica. Fue la elección más rápida en los últimos 100 años. De los 114 cardenales electores, menores de ochenta años, se necesitaban dos tercios de los votos más uno para haber sido electo. Lo que se busca con este alto umbral es lograr discernir la voluntad divina. De hecho antes la regla de elección era la unanimidad, misma que resultaba muy difícil de conseguir, eso explica la expresión “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Otra regla que se ha eliminado es que cada cardenal debía escribir su nombre detrás de la papeleta pues esta prohibido que un cardenal vote por sí mismo, esta regla se eliminó después de la elección de Pío XII, quien había ganado la elección pero se supone que había votado por él mismo y para evitar que se dieran cuenta pidió una segunda votación. Actualmente nada impide que los cardenales voten por ellos mismos.
El proceso ha sufrido muchos cambios a lo largo de los siglos. Por ejemplo la decisión de que estuvieran aislados del mundo se tomó con Gregorio X, en 1271, cuando se tardaron dos años, nueve meses y dos días. El estar aislados y viviendo juntos acelera el proceso. Otro cambio son las comodidades de las que ahora gozan, por ejemplo cuando se eligió a Juan Pablo Segundo tenían que compartir un cuarto entre cuatro o tres cardenales y todos usaban el mismo baño, ahora cada uno tiene su propio cuarto y su baño.
Un dicho popular es que “quien entra al cónclave siendo Papa, sale siendo cardenal” esto se refiere a que los cambios de votos, también se dice que quien pierda un voto de una ronda a otra se puede dar por muerto. Lo cierto es que durante el proceso del cónclave no se puede hablar, los diálogos y las negociaciones se dan durante las cenas y comidas.
Para la elección de Benedicto XVI había tres fuertes corrientes, la liberal o reformadora, la conservadora y la moderada. Joseph Ratzinger era el representante más fuerte de la corriente conservadora, misma de Juan Pablo II. Un factor decisivo en la victoria del Papa Benedicto fue que el exponente de la fracción reformadora arrojó la toalla antes de que empezara la votación. Así con este antagonista fuera la contienda la votación se decantó rápidamente hacia la fracción conservadora.
Este resultado prolonga el monopolio de los Papas europeos en el trono del vaticano. Cabe la pena preguntarnos cuál es el sistema de representación que se usa en la iglesia, si es por las aportaciones económicas de cada país, si es por el poder actual que tienen, por su historia o por en número de feligreses. De la composición del colegio elector cardenalicio me da la impresión de que lo que más pesa es la historia y el poder actual, esto se refleja en el número de cardenales donde cincuenta y ocho eran europeos, veinte de América Latina, catorce de Estados Unidos y Canadá, once de África, diez de Asia y dos de Oceanía. Esto refleja que no existe una verdadera proporcionalidad en cuanto al número de fieles por región ya que América Latina esta claramente subrepresentada, al igual que África y por el contrario Europa y América del Norte están sobre representadas. Inclusive se podría decir que dónde fuera la cuna de la religión católica han fracasado rotundamente en mantener su hegemonía, actualmente solo el veintiséis por ciento de los católicos del mundo viven ahí, y sin embargo el la región con más cardenales electores.
Dejando de lado la cuestión de los procesos electorales vaticanos también hay que preguntarnos la función de la Iglesia en nuestros tiempos, que significa y el porqué de su postura. El Papa Benedicto se ha declarado en contra del relativismo, en estos tiempos egoístas y mezquinos donde nadie escucha a nadie, cuando la gente ya no tiene en nada en qué creer. En tiempos en los que el abismo y la soledad del individuo se devora a comunidades enteras, en los tiempos en que Dios ha muerto; la gente quiere y necesita algo en qué creer. Para bien o para mal es lo que la Iglesia trata de hacer. Esto pone a la Iglesia ante el dilema de la realidad contra los ideales. El bien no es más que un concepto, un ideal y tratar de mostrar el camino actuando de manera congruente con los ideales es algo ciertamente loable y admirable. Aunque las declaraciones y conductas de la Iglesia puedan parecer fuera de su tiempo, inclusive retrogradas, no podemos más que respetarlas y criticarlas de manera objetiva. Sin embargo debemos de centrar nuestras críticas y comprender la función y tarea de esta institución que esta convencida (o quiero creer que si creen verdaderamente) de que el suyo es el camino correcto. Desde mi postura relativista puedo tolerar que haya otros que crean en diferentes maneras de llegar al bien de la comunidad y siempre que estén abiertos al debate y exista congruencia dentro de su sistema filosófico se les deberá tolerar y agradecer su congruencia entre ideales y actos.

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