1.25.2007

En busca del republicanismo perdido. Hanna Arendt

En busca del republicanismo perdido: Hanna Arendt
resumen hecho por Margarita

“Sobre la Revolución”

Capitulo 1: El significado de la revolución.
I. Las revoluciones constituyen los únicos acontecimientos políticos que nos ponen en contacto directo con el problema del estado de naturaleza.

Hanna Arendt establece que las revoluciones modernas pueden hallarse antecedentes anteriores a la Edad Moderna tal es el caso de la motivación económica y de la persecución del interés de una persona o un grupo. No obstante, tales derrocamientos e insurreciones impulsados por el interés y cuya violencia y carácter sanguinario se manifestaban necesariamente hasta que un nuevo orden era establecido, dependían de una distinción entre pobres y ricos que era considerada natural e inevitable en el cuerpo político. La cuestión social comenzó a desempeñar un papel revolucionario solamente cuando, en la edad Moderna y no antes, los hombres empezaron a dudar que la pobreza fuera inherente a la condición humana, tal duda en su origen fue revolucionaria y americana.

No fue la Revolución americana, sino las condiciones existentes en América, que eran bien conocidas en Europa mucho antes que se produjese la Declaración de Independencia lo que alimentó el espíritu revolucionario en Europa. Fue el nuevo continente, el americano, un hombre nuevo, la igualdad envidiable donde gozan a la vez pobres y ricos, lo que revolucionó el espíritu de los hombres primero en Europa y después en todo el mundo. Desde las etapas finales de la revolución francesa hasta las revoluciones contemporáneas, constituyó para los revolucionarios una tarea más importante alterar la textura social, como ha sucedido en América con anterioridad a la Revolución, que cambiar la estructura política. Hanna Arendt no considera que todas las revoluciones sean cristianas en su origen como se ha pretendido hacer creer y si así fuera sería la secularización en si misma y no el contenido de la doctrina cristina la que constituye el origen de la revolución.

II. Hanna Arendt considera de suma importancia para la comprensión del fenómeno revolucionario en los tiempos modernos no olvidar que la idea de la libertad debe coincidir con la experiencia de un nuevo origen.

Diferencia entre liberación y libertad: La liberación es posiblemente la condición de la libertad, pero que de ningún modo conduce directamente a ella; que la idea de libertad implícita en la liberación sólo puede ser negativa y, por tanto, que la intención de liberar no coincide con el deseo de libertad. De este modo, ha llegado a ser un axioma, incluso en la teoría política, entender por libertad no un fenómeno político, sino, por el contrario, la serie más o menos amplia de actividades no políticas que son permitidas y garantizadas por el cuerpo político a sus miembros.

Si consideramos la libertad política en términos modernos, debemos, en primer lugar, advertir algo que es evidente: era imposible que pensasen simplemente en aquellas libertades que hoy asociamos al gobierno constitucional y que se llaman propiamente derechos civiles vistos como derechos inalienables del hombre, pero incluso al extenderse estos derechos a todos los hombres, como consecuencia de la revolución, la libertad no significó más que la libertad de la coerción injustificada y, en cuanto tal, se identifica en lo fundamental con la libertad de movimiento. Todas estas libertades son negativas, pero no constituyen de ningún modo el contenido real de la libertad, la cual, consiste en la participación en los asuntos públicos o en la admisión en la esfera pública. Si la revolución hubiese tenido como objetivo únicamente la garantía de los derechos civiles, entonces no hubiera apuntado a la libertad, sino a la liberación de la coerción ejercida por los gobiernos que se hubiesen excedido en sus poderes y violado derechos antiguos y consagrados.

Ojo: La diferencia esencial de liberación y libertad reside en que mientras que el desear de ser libre de la opresión, podía haberse realizado bajo un gobierno monárquico, la libertad exigía la constitución de una nueva forma de gobierno; exigía la constitución de una república.

Entonces sólo podemos hablar de revolución cuando está presente la novedad y cuando esta aparece asociada a la idea de libertad. Por lo tanto ni la violencia ni el cambio pueden servir para describir el fenómeno de la revolución; sólo ciando el cambio se produce en el sentido de un nuevo origen, cuando la violencia es utilizada para constituir una forma completamente diferente de gobierno, para dar lugar a la formación de un cuerpo político nuevo, cuando la liberación de la opresión conduce, al menos, a la constitución de la libertad, sólo entonces podemos hablar de revolución.

III. Hanna Arendt considera a Maquiavelo el padre espiritual de la revolución y considera importante la insistencia de Maquiavelo sobre el papel que la violencia desempeña en la esfera de la política y que también se encuentra en las palabras y hazañas de los hombres de la revolución francesa. Pero que estas ideas hayan estado en Maquiavelo no quiere decir que él haya tenido la idea de los que las revoluciones en la edad moderna representaban

Las palabras que sin duda alguna se repiten más en la obra de Maquiavelo son revuelta y rebelión cuyo significado ha sido establecido e incluso definido desde la baja edad media. Ahora bien, tales vocablos, nunca se significaron liberación en el sentido implícito en la revolución y, mucho menos apuntaban hacia el establecimiento de una libertad nueva. Liberación, en el sentido revolucionario, vino a significar que todos aquellos que no sólo en el presente, sino a lo largo de la historia, no sólo como individuos sino como miembros de la inmensa mayoría de la humanidad, los humildes y los pobres, todos los que habían vivido en la oscuridad y sometidos a un poder, cualquiera que fuese debían rebelarse y convertirse en los soberanos supremos del país. La idea de igualdad de los seres humanos en virtud del nacimiento, y la consideración de la misma como un derecho innato, fue completamente desconocida hasta la Edad Moderna.

Es cierto que la teoría medieval y posmedieval concibió la rebelión legítima, el levantamiento contra la autoridad establecida, el desafío y la desobediencia abierta a la autoridad. Pero el propósito de tales rebeliones no suponía un reto a la autoridad o al orden establecido de las cosas en cuanto tales; se trataba siempre de cambiar la persona que, en un momento dado, detentaba la autoridad, fuese para sustituir a un usurpador por el verdadero rey o a un tirano que había abusado de su poder por un príncipe legítimo.

IV. Las revoluciones de los siglos XVII Y XVIII, que para nosotros representan un nuevos espíritu fueron proyectadas como restauraciones. Es cierto que las guerras civiles inglesas prefiguraron un gran número de tendencias que hoy en día nosotros asociamos con lo que hubo de fundamentalmente nuevo en las revoluciones del siglo XVIII: la aparición de los niveladores y la formación de un partido compuesto exclusivamente por el pueblo bajo, cuyo radicalismo término por plantear un conflicto con los líderes de la revolución, apuntan claramente al curso de la Revolución Francesa; de otro lado, la demanda de una constitución escrita, como el fundamento de un gobierno justo, presentada por los Niveladores, anticipa uno delos hechos más importantes de la Revolución Americana. Lo cierto, en todo caso, es que la victoria efímera de esta primera revolución moderna fue interpretada oficialmente como una restauración.

V. Si bien los elementos de novedad, origen y violencia. Todos los cuales aparecen íntimamente unidos a nuestro concepto de revolución, brillan por su ausencia en el significado original de la palabra como en su primitivo uso metafórico en el lenguaje político, hay otra connotación del término revolución que ha conservado toda su fuerza en el uso actual de la palabra, es decir la idea de irresistibilidad. La noción de un movimiento irresistible, que el siglo XIX iba pronto a traducir a la idea de la necesidad histórica, resuena de la primera hasta la última página de la Revolución Francesa. A partir de la Rev. Francesa ha sido corriente interpretar toda insurrección violente, fuese revolucionaria o contrarrevolucionaria, como la continuación del movimiento iniciado en 1789. Se acuñó el término de revolución permanente y con él la idea de que sólo existe una sola revolución, idéntica a sí misma y perpetua. Lo que más llama la atención de esto es que ninguno de los actores podía controlar el curso de los acontecimientos, que dicho curso tomó una dirección que tenía poco que ver con los objetivos y propósitos conscientes de los hombres, este fue el caso de la revolución francesa.

En la historia de la revolución americana ocurrió lo contrario, ya que en esta los actores tenían el sentimiento de que ellos son dueños de su destino, al menos por lo que se refiere al gobierno político, pero esto no les sirvió de mucho ya que no se podía enfrentarse o escapar de: la fuerza de la historia y la necesidad histórica.

CAPITULO 4. Fundación I: Constitutio Libertatis

Los hechos que determinaron que el movimiento por la restauración, por la reconquista de las libertades y derechos antiguos desembocase en una revolución a ambos lados del Atlántico fueron la existencia, en el viejo mundo de hombres que soñaban con la libertad pública y de otros, en el Nuevo Mundo que habían saboreado la felicidad pública.

Según Hanna Arendt el propósito último de la revolución era la constitución de la libertad y la función real del gobierno revolucionario era la fundación de una república. En América, la insurrección armada de las colonias y la Declaración de Independencia fue seguida por una pasión espontánea de constitucionalismo en las trece colonias de tal manera que no se produjo ninguna brecha, ningún vacío, apenas un compás de espera, entre la guerra de liberación, la lucha por la independencia, que era la condición para la libertad, y la constitución de los nuevos Estados. Hanna establece que hay dos etapas de la revolución una es la de la rebelión y la liberación donde existe violencia y la segunda etapa es la de la constitución, la fundación de la libertad. No hay nada más inútil que la rebelión y la liberación, cuando no van seguidas de la constitución de la libertad recién conquistadas.

Otra dificultad, consiste en que las nuevas constituciones revolucionarias tienen muy poco, en su forma y en su contenido, de nuevas y menos aún, de revolucionarias. La idea de gobierno constitucional ni es revolucionaria ni en su contenido ni en su origen; no significa más que un gobierno limitado por el derecho y la salvaguardia de las libertades civiles mediante garantías constitucionales. El gobierno constitucional era entonces limitado en su poder en virtud de leyes. Las libertades civiles, al igual que el bienestar privado, caen dentro de la esfera del gobierno limitado, y su salvaguardia no depende de la forma de gobierno. A las constituciones no fueron consecuencia de las revoluciones sino por el contrario fueron impuestas tras haber fracasado una revolución y fueron al menos para el pueblo a las que estaban destinadas el símbolo de su derrota no de su victoria.

La palabra constitución significa tanto el acto constituyente como la ley o normas que son constituidas. Existe una enorme diferencia entre el poder y autoridad que existe entre una constitución impuesta por el gobierno sobre el pueblo y la constitución mediante la cual un pueblo constituye su propio gobierno. En efecto, la falta de poder y ausencia correlativa de autoridad han constituido la plaga de los gobiernos constitucionales, en casi todos los países europeos, desde la abolición de las monarquías absolutas. Una constitución es una norma, un pilar y un vínculo cuando es comprendida, aprobada y respetada, pero cuando falta esta armonía y lealtad puede convertirse en un globo cautivo que flota en el aire.

Es obvia la diferencia existente entre la constitución que es resultado de un acto del gobierno y la constitución mediante la cual el pueblo constituye un gobierno. Existe otra diferencia en los constitucionalistas que es la desconfianza frente al poder en cuanto tal, t esta desconfianza fue más pronunciada en el Nuevo Mundo de los que nunca había sido en los países europeos. Todo esto constituye el telón de fondo de los las declaraciones de los derechos, y configuró la convicción general de que era absolutamente necesario un gobierno constitucional, en el sentido de un gobierno limitado. El temor que sentían los padre fundadores ante un excesivo poder del gobierno estuvo equilibrado por su afinada conciencia acerca de los enormes peligros que podían surgir del seno de la sociedad para los derechos y libertades del ciudadano. Por lo tanto se exigía la constitución de un poder público, gubernamental, cuya razón de ser nunca podía derivarse de algo que es simplemente negativo, esto es, un gobierno constitucional limitado, aunque los autores de constituciones y los constitucionalistas europeos lo consideraran como la quintaesencia de las virtudes de la Constitución americana. Madison buscaba una república que mantuviera a salva los derechos de todos. Lo que la constitución americana resaltaba era la enorme y extraordinaria importancia de la fundación de una república y que el contenido real de la Constitución no significaba la salvaguardia de las libertades civiles, sino el establecimiento de un sistema de poder enteramente nuevo.

La conclusión reinante en torno a estos temas se ha debido al papel preponderante que desempeño la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano durante el curso de la revolución francesa donde estos derechos no fueron entendidos como las limitaciones a que esta sometido todo gobierno legítimo, sino, al contrario como su propia fundación. La proclamación de los derechos humanos durante la rev. Francesa significó que todo hombre en virtud del nacimiento se había convertido en titular de ciertos derechos. La versión americana proclama en realidad la necesidad de gobiernos civilizados para toda la humanidad; la versión francesa, por el contrario, proclama la existencia de derechos con independencia y al margen del cuerpo político y llega a identificar a estos pretendidos derechos, es decir, los derechos del hombre como hombre, con los derechos de los ciudadanos.

Otra cuestión que preocupo en los debates fue la de la separación o equilibrio de poderes. La única forma de detener al poder y mantenerlo no obstante intacto es mediante el poder, de tal forma que el principio de la separación de poderes no sólo proporciona una garantía contra ka monopolización del poder por una parte del gobierno, sino que realmente implanta, en el seno del gobierno, una especie de mecanismo que genera constantemente nuevo poder, sin que, no obstante, sea capaz de expandirse y crecer desmesuradamente en detrimento de los restantes centros o fuentes de poder. En este esfuerzo constitucional ya no se trataba de ningún problema de constitucionalismo en el sentido de derechos civiles sino de erigir un sistema de poderes que se contrarrestaran y equilibrasen en forma tal que ni el poder de la unión ni el de sus partes, los Estados debidamente constituidos, se redujeran ni se destruyeran entre sí.

Es evidente que el auténtico objetivo de la constitución americana no era limitar el poder, sino crear más poder, a fin de establecer y constituir debidamente un centro de poder completamente nuevo, concebido para compensar a la república confederada, cuya autoridad iba a ejercer en un gran territorio en expansión, del poder perdido al separarse las colonias de la corona inglesa. La constitución americana vino a consolidar el poder de la Revolución y puesto que el propósito de la revolución era la libertad, la tarea consistió en lo que se ha llamado la constitución de la libertad o fundación de la libertad.

II. Por no haber sido su intención original la fundación de la libertad, sino la recuperación de los derechos y libertades del gobierno limitado, no fue nada extraño que los hombres de la revolución, al enfrentarse al fin con la tarea esencial del gobierno revolucionario, la fundación de una república, se viesen inclinados a hablar de la nueva libertad, nacida durante el transcurso de la revolución, por referencia a las libertades antiguas. Ninguna revolución logró sus propósitos y así la recuperación de las libertades antiguas fue acompañada del restablecimiento de la autoridad y del poder perdidos.

Pese a todo y a la buena fortuna que acompaño a la Rev. Americana, ésta tuvo que enfrentarse al problema más espinoso de todo gobierno revolucionario, el problema de un absoluto. Sin la Revolución Americana, quizá nunca nos hubiéramos dado cuenta de que el problema de un absoluto se presenta inevitablemente en toda revolución, es decir, que es inherente a todo fenómeno revolucionario.

Dos absolutos que le pegaron al mundo: las revoluciones nacionales y el nacionalismo revolucionario, ninguno de los dos casos siguió o repitió el curso de la rev. Americana; la tarea constituyente ya no fue nunca concebida como la principal y más noble de todas las empresas revolucionarias, y si alguna vez, existió un gobierno constitucional fue barrido por el movimiento revolucionario que lo había elevado al poder. Hasta ahora, la revolución moderna no nos ha traído constituciones ( el resultado final, y a la vez, el propósito de las revoluciones), sino dictaduras revolucionarias, concebidas para impulsar e intensificar el movimiento revolucionario, salvo en los casos en que la revolución fue derrotada y seguida de alguna especie de restauración.

La necesidad de un absoluto se manifestó en diferentes formas, adoptó diversos ropajes y encontró soluciones distintas. Sin embargo, la función que desempeño entre la esfera política fue siempre la misma: era preciso romper dos círculos viciosos, el uno inherente, a la actividad legislativa del hombre y el otro inherente a la empresa de la fundación. Siéyes dio soluciones a dichos problemas pero estas soluciones no habían dado ni podían dar lugar al establecimiento de una república en el sentido de un imperio de leyes y no de hombres sino que habían sustituido a la monarquía o gobierno de uno por la democracia, o gobierno de la mayoría.

En América las constituciones se elaboraron con la intención expresa y constante de impedir que los procedimientos de las decisiones mayoritarias degenerasen en el despotismo electivo del gobierno de la mayoría.

III. El hecho de que ninguna de las asambleas constituyentes dispusiera de suficiente autoridad para dar la ley al país fue la mayor desgracia que el destino impuso a la Rev. Francesa; el reproche de que, con razón, se les hizo fue siempre el mismo: por definición, carecían de poder para constituir, pues ellas mismas eran inconstitucionales. El sistema federal no solo era la única alternativa al principio del Estado nacional, sino que era también la única manera de ni ser atrapado en el círculo vicioso de poder contituant y poder constitué.

El asombroso fenómeno de que la Declaración de Independencia estuviese precedida, acompañada y seguida de la elaboración de instituciones en las trece colonias puso súbitamente de manifiesto en qué medida ya se había desarrollado en el Nuevo Mundo un concepto totalmente nuevo del poder y la autoridad, una idea enteramente novedosa de algo que era de primordial importancia para la esfera política. La insistencia con que la Revolución americana distinguió entre república y democracia, o gobierno de la mayoría, depende de la separación radical entre Derecho y poder, cuyo origen, legitimación y esferas de aplicación eran claramente diferentes. La innovación revolucionaria más importante, el descubrimiento llevado a cabo por Madison del principio federal para la fundación de grandes repúblicas, se basaba parcialmente en una experiencia, en el conocimiento íntimo de cuerpos políticos cuyas estructuras internas los predeterminaban y condicionaban a sus miembros a una constante aplicación cuyo principio era una combinación más amplia de poderes.

La experiencia específicamente americana había enseñado a los hombres de la revolución que la acción, aunque puede ser iniciada en el aislamiento y decidida por individuos concretos por diferentes motivos, sólo puede ser realizada por algún tipo de esfuerzo colectivo en el que los motivos de los individuos aislados no cuentan, de tal forma que el principio del Estado nacional (un pasado y un origen comunes) no tiene aquí importancia. El poder sólo aparece allí y donde los hombres se reúnen con el propósito de realizar algo en común, y desaparecerá cuando, por la razón que sea se dispersen o separen. Por lo tanto los vínculos y las promesas, la reunión y el pacto son los medios por los que el poder se conserva; siempre y cuando los hombres logren mantener intacto el poder que brotó de su seno durante el curso de una acción o empresa determinada, puede decirse que se encuentra en pleno proceso de fundación, de constitución de una estructura secular estable que dará albergue a su poder colectivo de acción. Loa que había ocurrido en la América colonial con anterioridad a la revolución fue que la acción había conducido a la formación de poder y que el poder se conservó gracias a los entonces recién descubiertos instrumentos de las promesas y el pacto. La fuerza de este poder se puso en primer plano. El problema principal de la revolución americana, una vez que la fuente de la autoridad había sido constada del cuerpo político colonial en el Nuevo Mundo, resultó ser el establecimiento y fundación de la autoridad, no del poder.

CAPITULO 6: La tradición revolucionaria y el tesoro perdido.

Si hubo un único acontecimiento que rompió los lazos entre el Nuevo mundo y los países del viejo continente, éste fue la Revolución Francesa, la cual, a juicio de sus contemporáneos, no hubiera podido producirse nunca sin el ejemplo glorioso dado al otro lado del Atlántico. En realidad no fue la revolución en si misma, sino su desastrosa historia y el colapso de la república francesa los que condujeron a la ruptura de los fuertes vínculos espirituales y políticos que se habían establecido entre América y Europa.

El distanciamiento operado entre los dos continentes tras las revoluciones del siglo XVII, ha constituido un hecho de gran importancia. Durante esta época, el Nuevo Mundo perdió significación política para los hombres de las clases dirigentes de Europa, América dejo de ser el país de la libertad para convertirse casi exclusivamente en la tierra prometida para los pobres. La tradición revolucionaria europea del siglo XIX no mostró más que un interés pasajero por la Revolución americana o por el progreso de la República americana, el pensamiento político europea del siglo XIX y XX se ha comportado como si nunca se hubiera producido una revolución en el Nuevo Mundo, como si nunca hubieran existido ideas y experiencias americanas en la esfera constitucional y política sobre las que valiera la pena meditar. El hecho de no haber sabido incorporar la Revolución americana a la tradición revolucionaria se ha vuelto como un boomerang contra la política exterior de los EU, que comienza a pagar de este modo un precio exorbitante por la ignorancia de los demás y por su propio olvido. Son importantes las consecuencias que sean derivado de la propia ignorancia americana, de su propia falta por no tener presente que fue una revolución lo que dio nacimiento a los EU y que la república vino al mundo no en virtud de una necesidad histórica o de un desarrollo orgánico, sino como consecuencia de una acto deliberado: La fundación de la libertad.

La mayor parte de las llamadas revoluciones, lejos de realizar la fundación de la libertad, no han sido ni siquiera capaces de crear garantías constitucionales para los derechos y libertades civiles, las bendiciones propias del gobierno limitado, y es indiscutible que en nuestras relaciones con las demás naciones y sus gobiernos debemos recordar que la distancia existente entre tiranía y gobierno constitucional limitado es tan grande, como la que hay entre gobierno limitado y libertad. La libertad política significa el derecho a participar en el gobierno o no significa nada por lo tanto no hay que confundir derechos civiles con libertad política o identificar los postulados de todo gobierno civilizado con la sustancia misma de una república libre. (¿La razón de ser de la revolución americana es la creación de un gobierno moderado?)

Los rasgos distintivos de la estructura mental americana es una tendencia general a no preocuparse por la filosofía y que la Revolución en particular no fue consecuencia de una educación libresca ni de la Ilustración, sino de las experiencias practicas del período colonial, las cuales, por su propia virtud, dieron nacimiento a la república. Hanna cree que esta pérdida de interés teórico por los problemas políticos no ha constituido el genio de la historia americana, sino, al contrario, la razón principal de que la revolución haya sido estéril para la política mundial, pasa lo contrario con la Revolución francesa.

Es evidente que lo que se perdió, como consecuencia de esta incapacidad para el pensamiento y el recuerdo, fue el espíritu público identificado con los principios llamados: libertad público, felicidad pública, espíritu público. Lo que quedó de ellos en América, una vez que había sido olvidado el espíritu revolucionario, fueron las libertades civiles, el bienestar individual del mayor número y la opinión pública como la fuerza más importante que gobierna la sociedad democrática igualitaria. Esta transformación se corresponde casi exactamente a la invasión de la esfera pública por la sociedad; es como si principios que fueron políticos en su origen se hubieran traducido en valores sociales. Esta transformación no fue posible en los países afectados por la Rev. Francesa.

(La revolución francesa estuvo encabezada por los desgraciados y los peores unidos a la desesperación de los mejores quienes a pesar de saber que no iban a lograr nada siguieron luchando sin tomar en cuenta que ninguna fundación de un cuerpo político nuevo es posible donde las masas estuviesen agobiadas por la miseria)

Las pasiones y las opiniones desencadenadas por la Revolución Francesa fueron las que sofocaron su espíritu primigenio, es decir, los principios de la libertad pública, la felicidad pública y el espíritu público que inspiraron en un principio a sus actores. Dado que en toda revolución, el acontecimiento más importante es el acto de fundación, el espíritu revolucionario contiene dos elementos que nos parecen irreconciliables e incluso contradictorios. De un lado, el acto de fundar un nuevo cuerpo político, de proyectar la nueva forma de gobierno, conlleva una profunda preocupación por la estabilidad y la durabilidad de la nueva estructura; la experiencia, por otro lado, conque debe contar quienes se comprometen en estos graves asuntos consiste en sentirse estimulados por la capacidad humana para todo origen, en poseer el elevado espíritu que siempre ha acompañado al nacimiento de algo nuevo sobre la tierra. El hecho de que estos dos elementos, la preocupación por la estabilidad y el espíritu de novedad hayan terminado por oponerse en terminología y el pensamiento político quizá debe de considerarse como síntoma de nuestra perdición.

Desde un punto de vista filológico, el esfuerzo que se realiza para reconquistar el espíritu perdido de la revolución debe consistir, en buena parte, en repensar y combinar de modo significativo todo lo que nuestro vocabulario político nos ofrece en términos de oposición y contradicción.

Por ellos, si la forma de gobierno republicana parecía la más recomendable a los pensadores políticos pre-revolucionarios, ello no se debió a su carácter igualitario sino a que prometía gran durabilidad. La democracia que, para el siglo XVIII era todavía una forma de gobierno y no una ideología ni un indicio de las preferencias de clase, fue aborrecida debido a que pretendía que prevaleciera la opinión pública sobre el espíritu público, siendo expresión de esta perversión la unanimidad de la mayoría. Lo importante aquí es la alusión a la incompatibilidad total que se da entre el gobierno de una opinión pública unánime y la libertad de opinión, pues lo cierto es que resulta prácticamente imposible la formación de opinión cuando todas las opiniones han llegado a ser idénticas. El gobierno de la opinión pública pone incluso en peligro la opinión de aquellos pocos hombres que se sienten con fuerzas para no compartirla.

El poder arrollador de la mayoría no es la razón única, ni siquiera la fundamental, en virtud de la cual la opinión de los pocos pierde pujanza y plausibilidad en tales circunstancias; la opinión pública, debido a su unanimidad, provoca una oposición unánime y, por tanto, elimina toda opinión verdadera que aparezca. Esta es la razón por la cual los Padres fundadores se inclinaron a identificar el gobierno basado en la opinión pública con la tiranía; en este sentido, la democracia fue para ellos una nueva forma de despotismo.

El senado fue la institución concebida originariamente para salvaguardarse del gobierno de la opinión pública o democracia. A diferencia del control judicial, que se presenta corrientemente como la única contribución de América a la ciencia constitucional, la novedad y singularidad que representa el Senado americano no ha sido entendida en sus justos términos, en parte debido a que nadie se dio cuenta de que el antiguo nombre era inapropiado y, en parte, porque automáticamente se tendió a identificar una cámara alta con la Cámara de los Lores de Inglaterra. La multiplicidad de intereses y la diversidad de opiniones se consideraban como características del gobierno libre; su representación pública era lo que constituía a una república como una realidad diferente de la democracia, donde un escaso número de ciudadanos representa y ejerce el gobierno en persona. Pero el gobierno representativo era, para los hombres de la revolución, mucho más que un instrumento técnico para el gobierno de un gran número de ciudadanos; circunscrito a un cuerpo reducido y selecto de ciudadanos iba a servir como el gran purificador del interés y de la opinión, el guardián contra la confusión propia de la multitud.

Interés y opinión son fenómenos políticos completamente diferentes. Desde un punto de vista político, los intereses solo importan en cuanto son intereses de un grupo; para la purificación de tales intereses basta con que estén representados de tal forma que quede a salvo su particularidad en todas las circunstancias, incluso en el supuesto de que el interés de un grupo resulte ser el de la mayoría. Las opiniones por el contrario nunca son de grupos sino de individuos. La importancia de la opinión para la política en general y, en particular, su papel en el gobierno, fueron descubiertos como consecuencia de la revolución y con ocasión de esta. La opinión fue descubierta por las revoluciones francesa y americana, pero sólo la última supo construir una institución perdurable para la formación de las ideas públicas dentro de la propia estructura de la república. (No entiendo cuando habla del plebiscito......En realidad, la alternativa era el plebiscito, la única institución que se corresponde exactamente al gobierno irrestricto de la opinión pública; del mismo modo que la opinión significa la muerte de las opiniones, el plebiscito acaba con el derecho al voto de los ciudadanos, a elegir y controlar su gobierno). Buscaban establecer instituciones que perduraran a través de las generaciones, se encuentra entonces la preocupación por la permanencia y la estabilidad cono el hilo conductor de todos los debates constitucionales.

Tanto la opinión popular como la cultiva coinciden en que los dos instrumentos institucionales, completamente nuevos de la república americana, el Senado y el tribunal supremo, representan los factores más conservadores del cuerpo político y, sin duda, están en lo cierto. Sin embargo todo lo que hicieron a favor de la estabilidad y la permanencia no fue suficiente para preservar el espíritu que se había manifestado en el curso de la misma revolución.

II. El fracaso del pensamiento post-revolucionario para conservar el espíritu revolucionario y para comprenderlo conceptualmente fue precedido por el fracaso de la misma revolución para dotarla de una institución perdurable. La revolución, que no tuvo como fin desastroso el terror, había concluido con el establecimiento de una república, la cuál era, según los hombres de las revoluciones, la única forma de gobierno que no se encuentra eternamente en guerra abierta u oculta con los derechos de la humanidad. Pero ahora resultaba que en esta república no existía ningún espacio reservado, ningún lugar destinado al ejercicio de aquellas cualidades que habían sido precisamente el instrumento con el que había sido construida. La dificultad era muy simple y parecía irresoluble (Jefferson): si la fundación era el propósito y el fin de la revolución, entonces el espíritu revolucionario no era simplemente el espíritu de dar origen a algo nuevo, sino de poner en marcha algo permanente y duradera; una institución perdurable que incorporara este espíritu y lo impulsase a nuevas empresas sería contraproducente. (no entiendo porque es una amenaza para las adquisiciones de la revolución el espíritu dela revolución)

Jefferson veía que la revolución, si bien había dado la libertad al pueblo no había acertado en procurar un espacio en donde pudiese ejercerse esa libertad. Sólo los representantes del pueblo, no el pueblo mismo, tenían oportunidad de entregarse a aquellas actividades de expresión, discusión y decisión que constituyen, en su aspecto positivo, las funciones de la libertad. Si se considera que los gobiernos estatales y federal, los productos más majestuosos de la revolución, estaban destinados, debido a la incomparable importancia que les confería su competencia, a eclipsar en autoridad política a los municipios y a sus asambleas podría pensarse entonces que existían menos oportunidades para el ejercicio de la libertad política y el goce de la felicidad pública en la república de los EU que las que habían existido en las colonias británicas de América. Su atención estuvo dirigida principalmente hacia el problema de la representación, hasta tal punto les absorbía esta cuestión que llegaron a definir la república como forma distinta de la democracia, por referencia al gobierno representativo. Todo el problema de la representación supone en realidad la necesidad de decidir previamente acerca de la propia dignidad de la esfera política. La alternativa tradicional entre la representación como un simple sustituto de la acción directa del pueblo y la representación como un gobierno de representantes del pueblo sobre el pueblo, controlado popularmente constituye un dilema indisoluble. En el primer caso el gobierno a degenerado en simple administración, la esfera pública se ha esfumado; no queda espacio alguno sea para contemplar y ser contemplado en actividad. En el segundo caso, más parecido con la realidad, la distinción secular entre gobernante y gobernado que la Revolución se había propuesto abolir mediante el establecimiento de una república se afirma de nuevo; una vez más el pueblo no es admitido en la esfera pública, una vez más la función gubernamental sea convertido en el privilegio de unos pocos. (rotación solo impedía la perpetuidad en el cargo)

Jefferson temía un despotismo colectivo, temor que fue abolido por el mecanismo del gobierno que se dio en EU: un sistema de equilibrios y frenos que establecía su propio control. Pero este mecanismo no pudo salvar al pueblo del letargo y de la desatención de los asuntos públicos.
¿cómo preservar el espíritu revolucionario una vez que la Revolución había concluido? Puesto que l pueblo gozaba pacíficamente de aquellas instituciones que habían sido las semillas de la revolución, difícilmente podían darse cuenta del error fatal cometido por la constitución al no saber incorporar, constituir legalmente y fundar de nuevo, las fuentes originales de su poder y la felicidad pública. La enorme autoridad de la Constitución y de las experiencias derivadas de la fundación de un nuevo cuerpo político determinó que el fracaso en incorporar los municipios y las asambleas municipales, como manantiales primigenios de donde manaba toda la actividad política del país, significase su condena de muerte. Puede parecer paradójico, pero lo cierto es que el espíritu revolucionario comenzó a marchitarse en América bajo el impacto de la revolución, siendo la propia Constitución, la mayor hazaña del pueblo americano, la que término por despojarlos de su bien más preciado.

Lo que para el pueblo americano había sido una experiencia pre-revolucionaria fue en Francia el resultado espontáneo e inesperado de la propia revolución. (La comuna de París papel decisorio en la revolución). La supervivencia de la constitución dependía del espíritu público, el cual, a su vez, sólo existía en las asambleas donde los ciudadanos podían ocuparse en común de estos asuntos públicos, de los intereses más preciados de su patria. La comuna de Paris, con sus secciones, y las sociedades populares que se habían propagado por toda Francia durante la revolución constituyeron sin duda, los poderosos grupos de presión de los pobres; pero contenían igualmente los gérmenes de un tipo nuevo de organización política, de un sistema que permitiría a los hombres del pueblo convertirse en los partícipes en el gobierno. A causa de esto es posible interpretar de dos formas distintas el conflicto plantado entre el movimiento comunal y el gobierno revolucionario, de un lado, es el conflicto entre la calle y el cuerpo político y de otro, es el conflicto entre el pueblo y un aparto de poder centralizado y despiadado que en realidad despojaba al pueblo de su poder, persiguiendo a cuantos órganos de poder habían nacido de modo espontáneo de la revolución. El conflicto entre el gobierno jacobino y las sociedades revolucionarias se libró en tres frentes distintos. Uno la lucha por la libertad pública frente al peso agobiante de la miseria. El segundo era la lucha de la facción jacobina por el poder absoluto contra el espíritu público de las sociedades, lucha de intereses de partido contra el bienestar común y el tercer frente era la lucha del Estado Nacional contra los primeros principios de una república auténtica.

Los partidos, las facciones, que desempeñaron un papel tan desastroso en la Revolución Francesa para convertirse después en las bases sobre las que se levantaría el sistema continental de partidos, tuvieron su origen en la Asamblea y las ambiciones y fanatismos a que dieron lugar no fueron compartidos por el pueblo. Pero estos se dieron a la tarea de apoderarse de las sociedades populares corrompiendo al sistema revolucionario. (Esto se parece a lo sucedido en la revolución rusa con el partido bolchevique). En plena revolución francesa encontramos planteado el conflicto entre el moderno sistema de partidos y los nuevos órganos revolucionarios de gobierno autónomo. El éxito espectacular que aguardaba al sistema de partidos y el fracaso del sistema de consejos se debieron ambos al nacimiento del Estado nacional. Los hechos vinieron a demostrar que la fraternidad no era un sustituto de la igualdad.

III. La ausencia de una subdivisión tal del país constituía una amenaza vital para la existencia de la república, según Jefferson. La república carecía de fundamentos sólidos si no contaba con un sistema de distritos. Jefferson que lo que proponía como la salvación de la república significaba en realidad la salvación del espíritu revolucionario de la república.

Jefferson tuvo el presentimiento de los peligros que podía suponer atribuir al pueblo una participación en el poder público sin darle, al mismo tiempo más espacio público que las urnas electorales y más oportunidades para hacer oír sus opiniones en la esfera pública que las representadas por el día de las elecciones. (Intromisión en la vida privada, violación de los intereses privados, corrupción y perversión, remedio un sistema de normas para garantizar los derechos de la personalidad). En otras palabras, el peligro consistía en haber dado todo el poder al pueblo a título privado y en no haber establecido ningún espacio donde pudieran conducirse como ciudadanos.

Para Jefferson el principio mismo del gobierno representativo exigía la subdivisión de los condados en distritos, es decir, la creación de pequeñas repúblicas gracias a las cuales todo hombre de Estado pudiese llegar a ser un miembro activo del gobierno común, ejerciendo personalmente una gran parte de sus derechos y deberes, en un plano subordinado ciertamente, pero importante y en pleno uso de su competencia. Estas pequeñas repúblicas constituirían la espina dorsal de la gran república; como quiera que el gobierno republicano de la Unión se basaba en el supuesto de que el asiento del poder estaba en el pueblo, la condición misma de su correcto funcionamiento dependía de un esquema que dividiese al gobierno entre la mayoría, asignando a cada uno exactamente las funciones para las que estaban calificados. De otra forma, nunca podría realizarse el principio del gobierno republicano, con lo cual el gobierno de EU sólo sería republicano de nombre. El sistema de distritos no significaba fortalecer el poder de la mayoría, sino el de cada uno dentro de los limites de su competencia; sólo mediante la división de la mayoría en asambleas donde cada cuál puede contar y ser estimado seremos tan republicanos como puede ser una gran sociedad. En cuanto a la seguridad de los ciudadanos de una república, el problema consistía en lograr que todo el mundo sintiese que es partícipe en el gobierno de los asuntos todos los días. En cuanto al problema de integrar estos organismos menores en la estructura gubernamental de la Unión fue la siguiente: Las repúblicas elementales de los distritos, las repúblicas de los condados, las repúblicas de los Estados y la república de la Unión formarían una gradación escalonada de autoridades, todas las cuales reposarían sobre la ley, gozarían por delegación de una parte de los poderes y constituirían un autentico sistema de pesos y contrapesos fundamentales para el gobierno. Si el fin último de la revolución era la libertad y la Constitución de un espacio público donde pudiera manifestarse la libertad, la fundación de la libertad, entonces las repúblicas elementales de los distritos, el único lugar tangible donde cada uno podía ser libre constituía realmente el fin de la gran república, cuyo principal propósito en los asuntos domésticos debería ser poner a disposición del pueblo tales lugares de libertad y protegerlos. El postulado básico del sistema de distritos era que nadie podía ser feliz sino participaba en la felicidad pública, que nadie podía ser libre sino experimentaba la libertad pública, que nadie, finalmente, podía ser feliz o libre si no participaba y tenía parte en el poder público.

IV. Revolución Rusa, imposición del aparato del partido en el lugar que ocupaba el poder del gobierno desaparecido.

Incompatibilidad de los consejos y el sistema de partido, se aniquila a los consejos y se impone una tiranía.
Revolución francesa da entrada a los revolucionarios profesionales dedicados al estudio y a la reflexión, ellos no hacen una revolución sino llegan al poder una vez que esta está hecha.
Una revolución no termina con la abolición del Estado y del Gobierno, sino que , por el contrario, se proponía la fundación de un nuevo Estado y el establecimiento de una nueva forma de gobierno.
Es cierto que en todos los países en donde la revolución no fue derrotada o seguida por algún tipo de restauración, el modelo propuestos por los revolucionarios, la dictadura de partido única, término por prevalecer, pero ocurrió así sólo después de una lucha violenta con los órganos e instituciones de la propia revolución. Fracaso de la gestión directa de los asuntos públicos (los consejos presentados como órganos permanentes) debido a las circunstancias del mundo moderno.

Apenas existía prueba de la estrecha conexión existente entre el espíritu revolucionario y el principio federativo. El sistema de partido en EU y Gran Bretaña ha servido para asegurar la estabilidad y la autoridad, ha probado su viabilidad y su capacidad para asegurar las libertades constitucionales así como un cierto control a los gobernantes por parte de los gobernados pero no ha permitido que el ciudadano sea partícipe de en los asuntos públicos.
El gobierno representativo se ha convertido en la practica en un gobierno oligárquico en el sentido de que la felicidad pública y la libertad pública se han convertido de nuevo en el privilegio de unos pocos.

Este sistema no es más que el Estado de bienestar que sostiene que la política es una carga.
Partidos políticos surgen del parlamento.
Libertad y limite espacial.
Surgimiento de las élites: gobierno del pueblo por una élite que procede del pueblo.
Todo esto lo perdimos cuando el espíritu de la revolución no logró encontrar su institución adecuada.

1 comentario:

nee dijo...

excelente sintesis! Tendras algo del capitulo 5 novus ordo saeclorum???